LLevar navaja siempre es conveniente
Anoche Triángulo de Amor Bizarro tocaron, por fin, en la sala Sonorama, que tras un fugaz susto con cierre y posterior reapertura de por medio vuelven con, al parecer, las pilas recargadas.
Tras formar un gran revuelo con la maqueta, Mushroom Pillow se apuntó un tanto al darles la oportunidad, y les estamos agradecidos por ello ya que de este modo podemos disfrutar de directos como el suyo, y en su caso la palabra directo no puede ser más acertada.
Cuidado con ellos porque crean adicción, una adicción siniestra, claustrofóbica pero sobre todo muy sugestiva. Sus letras enfermizas, que ruborizarían a las más pijas del lugar, transformaron la sala Sonorama, sobrecargándola de polución eléctrica con afiladas guitarras sobre una base de distorsión, mezclando a partes iguales pop, rock y punk, eso sí en su dosis justa, y perfectos para aquellos a los que ya nos les vale con la perfección técnica. Arrancaron con el que es el primer single, El himno de la bala, demostrando lo seguros que están de sí mismos, y haciendo que el escaso centenar que allí estábamos sucumbiéramos ante ellos desde el primer momento. Se presentaron tal y como esperábamos, con esa fuerza que suele acompañar a los primeros discos.
Si bien en el disco logran crear atmósferas densas y algo siniestras, en directo llegan a la intensidad obsesiva con sus letras evocadoras que, aun destilando surrealismo, hay que tomárselas como una clara declaración de intenciones. Su directo noquea, incita a bailar, a ponerse chulo, y aunque aspira a despojar corazas y clichés, logra alimentar postureos. A estos gallegos no les van las medias tintas.
Tras formar un gran revuelo con la maqueta, Mushroom Pillow se apuntó un tanto al darles la oportunidad, y les estamos agradecidos por ello ya que de este modo podemos disfrutar de directos como el suyo, y en su caso la palabra directo no puede ser más acertada.
Cuidado con ellos porque crean adicción, una adicción siniestra, claustrofóbica pero sobre todo muy sugestiva. Sus letras enfermizas, que ruborizarían a las más pijas del lugar, transformaron la sala Sonorama, sobrecargándola de polución eléctrica con afiladas guitarras sobre una base de distorsión, mezclando a partes iguales pop, rock y punk, eso sí en su dosis justa, y perfectos para aquellos a los que ya nos les vale con la perfección técnica. Arrancaron con el que es el primer single, El himno de la bala, demostrando lo seguros que están de sí mismos, y haciendo que el escaso centenar que allí estábamos sucumbiéramos ante ellos desde el primer momento. Se presentaron tal y como esperábamos, con esa fuerza que suele acompañar a los primeros discos.
Si bien en el disco logran crear atmósferas densas y algo siniestras, en directo llegan a la intensidad obsesiva con sus letras evocadoras que, aun destilando surrealismo, hay que tomárselas como una clara declaración de intenciones. Su directo noquea, incita a bailar, a ponerse chulo, y aunque aspira a despojar corazas y clichés, logra alimentar postureos. A estos gallegos no les van las medias tintas.
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