viernes, febrero 03, 2006

El otro día me vino un amigo con el cuento de que si la música comercial, la independiente, la industria y todo ese largo rollo sobre lo que es bueno y lo que no en cuanto a música se refiere. El asunto, a mi modo de ver, es tan sencillo como que si algo te gusta, ese algo es bueno para ti. Y a partir de eso entramos a divagar largo y tendido, a dar opiniones varias, que como tales son tan válidas como cualquier otra.

Realmente podríamos hablar de música independiente o indie y de música comercial o mainstream. Independiente, según dice literalmente el diccionario de la real academia es todo aquel que mantiene su derecho u opinión sin permitir intervención ajena, y trasladado a la música, sería aquella que no se deja influenciar por lo comercialmente establecido en el momento. El término indie yo lo asocio más a la época de los 90, por una cuestión de edad más que nada, pero es cierto que ya en los primeros 70, grupos como Television, Suicide, Teenage Jesus & the Jerks y artistas como Patti Smith y Lidia Lunch ofrecen un nuevo concepto de espectáculo en los locales de Nueva York. Este movimiento liderado por formaciones como The Velvet Underground y The Voloids se opone a lo que se estaba viviendo musicalmente en ese momento. Los primeros 80 están liderados por Sonic Youth, pioneros del indie rock norteamericano que con la publicación en 1985 de “Bad Moon Rising” se convierten en influencia clave de grupos y artistas de finales de la década. También habría que destacar a Yo La Tengo, un trío que se mantendría al margen de cualquier moda, estilo o cultura, huyendo siempre de cualquier aspiración de realizar música para masas. Dinosaur Jr. y Pixies también tienen un lugar importante en esa época. Ya en los 90 podemos hablar de una serie de bandas con una actitud común anticomercial y antipose. Se reivindicaba la integridad de la música, una protesta en contra del aburguesamiento del rock. Andrew Wood, Chris Cornell, Steve Turner, Eddie Veder y Kurt Cobain fueron para los adolescentes de esos años lo que Johnny Rotten, Sid Vicious, Joe Strummer o Paul Seller para los jóvenes de finales de los 70 y principios de los 80. La autenticidad y demás valores que reivindicaban serían adoptados por la industria, las discográficas que los acogían los lanzaban al estrellato. Por un tiempo el indie se convirtió en el nuevo mainstream (expresión que describe la tendencia por la que los creadores siguen “la corriente principal”, también puede referirse peyorativamente como “lo comercial”, “lo popular”, predeterminado y previsible, determinado por los records de ventas de la industria musical. En definitiva, la corriente de consumo que propone la industria) Querámoslo o no, las primeras referencias de independencia nos llegaron a casi todos a través del maintream. Precisamente por demostrar que tenían éxito acabaron llamando la atención de importantes compañías. Los hubo que, efectivamente, se mantuvieron ajenos a las multinacionales. Otros se aprovecharon de las circunstancias. Ya en este nuevo siglo asistimos a una fiebre nostálgica y a una búsqueda y reivindicación del auténtico indie, a esa música pop rock que da protagonismo a los elementos básicos de la música, la armonía y la melodía.

Pero seguimos sin tener demasiado claro que es eso de ser indie. La música proporciona (o proporcionaba) cierta identidad. El heavy, el mod, etc... son movimientos que refuerzan la identidad de un modo determinado (queda reflejado en la vestimenta, ideales sociales, políticas y culturales). Sugieren más que sólo música. El indie quizás carece de ello, no existe ese planteamiento de exclusividad y tampoco una clara implicación estética. Se le puede ver como un simple enamorado de la música, buscando conexiones, influencias y raíces, pero sobre todo buscando la calidad por encima del estilo del que se trate. Como todo es cuestión de pasión, ahí acaba entrando todo (pop, rock, techno, rap, soul, blues, folk, etc...) no hay restricciones.

Es en este momento cuando más se cuestiona el concepto indie. Existe una tendencia o afán de querer ser el más underground y el más rebelde, muchos se las dan de sabiondos y musicólogos sólo por escuchar bandas independientes. Existe una parte de público indie que podría verse como un público mainstream en pequeñito, que no se plantea las cosas, con muy poco criterio propio, aceptando verdades absolutas y despreciando lo que no se conoce. Con otros ídolos pero con un concepto muy similar a lo que en principio rechazan tan rotundamente. Y es entonces cuando cabría preguntarse ¿dónde está la identidad y la individualidad que buscaban a través de esta música? Equiparar lo mayoritario y minoritario como lo malo y lo bueno, respectivamente, es una gran limitación errónea que se suele dar por válida sin más planteamientos. Es cierto que si es música creada con la única idea de vender, significa que se busca que le guste a las masas, a mucha gente que conoce poco, que en fondo tampoco le interesa saber más, gente que se conforma escuchando lo que su medio inmediato les ofrece. Pero tampoco creo que sea cierto que esto se de en todos lo casos. Muchos, sin pretender ser comerciales, realizan música provocando que cualquier tipo de gente (incluyendo las masas) compre sus discos en grandes cantidades. Habrá, por tanto, también artistas buenos que son comerciales o están en multinacionales, del mismo modo que también hay cantidad de grupos independientes que son malos. La idea es quitarse de encima estos prejuicios, no seguir ni lo dictado por la industria del momento, ni tampoco por los que se creen mejores que los que caen en el mainstream. De lo contrario nunca se será verdaderamente independiente.

Si es verdad que antes el término indie hacía referencia a un tipo con unos gustos más concretos, actualmente hace más referencia a una persona que le gusta la música que se aleja un poco del mainstream, que se plantea alternativas a la corriente principal de la música del momento, con curiosidad, inquieto, con criterio propio, abierto, con una tendencia casi enfermiza a ir siempre en la búsqueda de nuevas propuestas que le entusiasmen. Musicalmente hablando ser indie es adorar la música en todos sus aspectos, estudiarla y sentirla, formarse un criterio propio. No tener prejuicios, sino juicio.