domingo, marzo 12, 2006

En fines de semana como este prolifera mi locura particular, y creo poder combatirla a base de música, que cumple su función de metáfora subjetiva o algo parecido. Las canciones son algo inerte, que cobran vida porque alguien las siente como tal. Como el viento, que se convierte en música cuando alguien se para y dice “mira, el viento”, sino tan solo es ruido. Es domingo, estoy cansada y resacosa.
Me he pasado toda la semana delante del ordenador, rodeada de personas con las que apenas me he comunicado. No soy especialmente nerviosa, al menos no tal y como se considera normalmente, los nervios no los exteriorizo, me los quedo bien adentro y los transformo en tensión, que a su vez se va acumulando en todo mi cuerpo. La señal de alarma surge cuando no puedo librarme del más que molesto dolor de cabeza que me mortifica. Desde hace ya unos días me acompañan toda una serie de anarquistas con ganas de bronca que se han afincado en el interior de mi cabeza no dejando ni un momento para la tregua. El sábado estaban más calmados, pero anoche me los llevé de marcha y hoy seguían animados. Me han dado el domingo, y como la ingente mezcla de analgésicos con los que les he intentado engañar parece ser insuficiente, me he decantado por un poco de pentotal catódico a ver si así conseguía aletargarlos. El único inconveniente es que me termina aburriendo al cabo de un rato.
El otro día mentí. Pero se trataba de una mentira que no era una mentira, porque mientras la contaba era verdad. ¿Cómo entender eso, que una cosa sea al mismo tiempo verdad y mentira? Al fin y al cabo el mundo no es más que un teatro en el que se improvisa una obra, y todo el mundo se inventa al momento y como puede el papel; lo realmente complicado es averiguar si es una farsa o una tragedia. En este momento no se muy bien quien de los dos desordena más la conciencia del otro. El verle y no verle me ha producido una aguda sensación de desamparo que se ha ido prolongando a lo largo del día, pero es en estos momentos en los que se me ha venido encima al imaginar que la ausencia se prolonga. Está llegando al punto en el que el deterioro es algo más que perceptible, aunque todavía fácil de negar. Supongo que yo también contribuyo con mi actitud a provocar algunos desencuentros. A veces, en días como el de hoy, me dan ataques de realidad por los que me doy cuenta de que las cosas son como son, que la realidad no da más de si, por más que la disfrace. Aun así y a pesar de todo, cuando me levanto, me miro en el espejo y creo ser consciente de todas las tonterías que hice o dije el día anterior.
Dejo la tele y vuelvo a confiar en la música como anestésico. De la oferta musical que tengo más a mano esta tarde, me he decidido por Ryan Adams y My morning Jacket. Parece que todo va a pares últimamente.“To be young (is to be sad is to be high)” de Heartbreaker (2000) es una buena canción. Es joven, está triste, va volado y sabe como reflejarlo. Pese a su actitud de niño consentido y su gusto por el postureo, su creatividad y su música no dejan lugar a dudas. Pero de entre todos sus discos hoy me ha dado por Gold (2001) porque habla por sí mismo, puro rock americano de raíces. Todo aquello que se pueda decir en su contra queda en nada cuando se escuchan canciones como “Nobody girl”, “Firecracker” o “Gonna make you love me”, por poner tan solo un ejemplo de lo que estoy escuchando en este momento. De My morning jacket escucho Z (2005), uno de los discos que más me ha gustado últimamente que consigue atraerme y me atrapa con sus melodías cargadas de psicodelia. Qué ganas tengo de pillar lo nuevo de The Flaming Lips…..

Lo dejo aquí, hora de ir al aeropuerto....