Lost in Bilbo
El cansancio acumulado de los últimos días me impide entrar en los detalles. El que probablemente será mi último congreso de la SEF ha resultado ser, pese a mis pocas ganas iniciales, un gran momento a modo de despedida a lo grande. Todo estaba muy bien organizado pero lo del viernes por la tarde me impidió disfrutarlo debidamente, eso sí una vez que bajé del estrado salió el sol en todos los sentidos, en el metafórico y en el más literal. El mítico Jesús Flórez no se pierde ni una y a mi me salió la chulería. La noche del viernes fue tremenda. Sergio aka yo es que soy así y Naiara nos hicieron de grandes anfitriones de la noche Bilbaína. Lo mejor del día siguiente fue la cara que me pusieron en recepción cuando pedí un ibuprofeno y la de mi jefe directamente al verme el careto tras un par de horas de sueño. Lo peor la cancelación del vuelo tras 4 o 5 horas de completa desinformación. El momento surrealista cuando veíamos que sacaban nuestras maletas del avión mientras seguían sin decirnos nada. Por lo visto el señor Air Berlín no tiene recursos en Bilbao y se tiene que traer a sus mecánicos desde Alemania, lo que provocó que casi me perdiera el bautizo de mi sobrino Yago ya que hasta bien entrada la mañana de hoy no hemos podido volar. El mejor momento de todos cuando, mientras estoy con mi jefe en la cola de facturación, veo entrar a Teenage Fanclub y ponerse justo detrás (yes, I'm the last one). Entre mi jefe y mi escasa vocación de groupie histérica, decido no decirles nada (siempre fui una chica discreta) pero me fijo bien en el equipo que trasladan. Un gran comentario el de mi jefe, “anda mira si son una banda de músicos, pero no parecen un grupo de cámara, verdad?!” Qué decir a eso, tan solo sonreír y contestar con un simple “cierto, no lo parecen”. Con todo puedo indicar, como espectadora de primera fila, que el careto del grupo a medida que iban pasando las horas era un poema y el patente agobio final ante la imposibilidad de volar a Mallorca. Hoy me han despertado a las 6 de la mañana, nos han soltado de nuevo en el aeropuerto para volver a esperar un par de horas más hasta que finalmente nos han dejado volar. Por ello he llegado tarde al bautizo de mi sobrino al que he tenido que ir directamente desde el aeropuerto y tal y como iba, es decir, en vaqueros. La idea era ponerme un vestido muy bonito y así ir algo acorde. Ahora en las fotos de hoy todos salen monísimos y yo en vaqueros, pero eso sí con una gran sonrisa. Al final y como siempre suele pasar en estas ocasiones quedamos los mejores avenidos caña tras caña, risa tras risa. No he llegado a casa hasta casi las 22h tras cinco días tan intensos y cansados como divertidos.
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