Día triste de resaca emocional
Hoy no me sirve ni el perdón analgésico. Hay días en los que parece que sólo le llueve a una.
Se que a veces perdiendo se gana, pero también se que se tarda mucho tiempo en verlo de ese modo, demasiado.
También se que todo al final se empozará en el lugar más recóndito del alma, pero eso no ha ocurrido, aun.
Harta de tolerárselo todo. De que desaparezca sin dejar rastro y sin remordimientos, para después aguantar que vuelva a dar señales de vida y me descoloque con sus fugaces apariciones. Cuando comienza a desdibujarse su rastro aparece como queriendo que no se pierda, o asegurándose de que no se borra, haciendo más honda la marca. Y cuando vuelve a mi nos transportamos al mundo de nuestras redenciones, cuando en realidad quisiéramos que fuera el de nuestros pecados. Lo que inevitablemente nos lleva a una batalla perdida de antemano. Me descoloca y cuando me vuelve completamente loca otra vez desaparece sin dejar rastro alguno hasta la próxima. Porque siempre hay una próxima vez.
Desaparece sin remedio. Más tarde tan solo intento buscar mi camino, que nunca es exactamente el mismo que antes de su enésimo retorno.
Al principio me consumía por dentro pensando que me había abandonado realmente, ahora me doy cuenta de que me había abandonado mucho antes de que se marchara. Eso sí, siempre vuelve, como un adicto buscando su dosis para sobrevivir.
O así prefiero tomármelo ahora.
Reincido en el mejor de mis errores una y otra vez. Y ya vamos hacia la década de juegos a los que no les veo la gracia.
La vida es lo que sucede entre visita y visita en las que me desordena manteniéndose en su papel, ese que tan bien interpreta y que tanto me gusta. Como sin querer queriendo, cuidando muy bien cada palabra, cada gesto, cada roce.
Mi vida se detiene a su voluntad. No hay nada ni nadie capaz de sacarme del lugar en el que su presencia me ubica. Me da exactamente igual todo. El cinismo se ha apoderado de mí y, lo peor de todo, el amor ha perdido todo su valor. Todo lo que venga después no puede ofrecerme nada más. Pero aun así yo continuo dejándome querer. Y entre visita y visita mi vida gira y da vueltas sin que yo haga nada por ello. Cada beso que doy a quien no es él no se los doy a esa persona, son prestados. Pero me hacen más daño a mí. Me enveneno más aun.
Por momentos me siento cansada de tanta mentira y superficialidad. Por momentos siento que necesito parar esta dinámica en la que he entrado, pero me veo incapaz de salir de esta vida tan fácil y alocada a la vez que vacía e irreal.
Creo que he perdido la noción de quien soy exactamente, no me siento muy a gusto, ni con lo que soy ni con lo que hago. A medida que me voy haciendo mayor menos mayor me parece que me hago. Mientras estoy aquí escribiendo como me siento me doy cuenta de que son cosas para las que no voy a encontrar una solución, tan solo espero a ver que ocurre. Mientras tanto sigo sonriendo y poniendo buena cara ante el miedo de que todo esto se vuelva en contra mía.
He de continuar con mi vida, aunque me pase el resto de ella esperando volver a encontrarle.
Orgullo imbécil. Todas las mujeres nos creemos diferentes; todas pensamos que ciertas cosas no pueden sucedernos y todas nos equivocamos.
No se puede responder con nada ante la ausencia.
Se que a veces perdiendo se gana, pero también se que se tarda mucho tiempo en verlo de ese modo, demasiado.
También se que todo al final se empozará en el lugar más recóndito del alma, pero eso no ha ocurrido, aun.
Harta de tolerárselo todo. De que desaparezca sin dejar rastro y sin remordimientos, para después aguantar que vuelva a dar señales de vida y me descoloque con sus fugaces apariciones. Cuando comienza a desdibujarse su rastro aparece como queriendo que no se pierda, o asegurándose de que no se borra, haciendo más honda la marca. Y cuando vuelve a mi nos transportamos al mundo de nuestras redenciones, cuando en realidad quisiéramos que fuera el de nuestros pecados. Lo que inevitablemente nos lleva a una batalla perdida de antemano. Me descoloca y cuando me vuelve completamente loca otra vez desaparece sin dejar rastro alguno hasta la próxima. Porque siempre hay una próxima vez.
Desaparece sin remedio. Más tarde tan solo intento buscar mi camino, que nunca es exactamente el mismo que antes de su enésimo retorno.
Al principio me consumía por dentro pensando que me había abandonado realmente, ahora me doy cuenta de que me había abandonado mucho antes de que se marchara. Eso sí, siempre vuelve, como un adicto buscando su dosis para sobrevivir.
O así prefiero tomármelo ahora.
Reincido en el mejor de mis errores una y otra vez. Y ya vamos hacia la década de juegos a los que no les veo la gracia.
La vida es lo que sucede entre visita y visita en las que me desordena manteniéndose en su papel, ese que tan bien interpreta y que tanto me gusta. Como sin querer queriendo, cuidando muy bien cada palabra, cada gesto, cada roce.
Mi vida se detiene a su voluntad. No hay nada ni nadie capaz de sacarme del lugar en el que su presencia me ubica. Me da exactamente igual todo. El cinismo se ha apoderado de mí y, lo peor de todo, el amor ha perdido todo su valor. Todo lo que venga después no puede ofrecerme nada más. Pero aun así yo continuo dejándome querer. Y entre visita y visita mi vida gira y da vueltas sin que yo haga nada por ello. Cada beso que doy a quien no es él no se los doy a esa persona, son prestados. Pero me hacen más daño a mí. Me enveneno más aun.
Por momentos me siento cansada de tanta mentira y superficialidad. Por momentos siento que necesito parar esta dinámica en la que he entrado, pero me veo incapaz de salir de esta vida tan fácil y alocada a la vez que vacía e irreal.
Creo que he perdido la noción de quien soy exactamente, no me siento muy a gusto, ni con lo que soy ni con lo que hago. A medida que me voy haciendo mayor menos mayor me parece que me hago. Mientras estoy aquí escribiendo como me siento me doy cuenta de que son cosas para las que no voy a encontrar una solución, tan solo espero a ver que ocurre. Mientras tanto sigo sonriendo y poniendo buena cara ante el miedo de que todo esto se vuelva en contra mía.
He de continuar con mi vida, aunque me pase el resto de ella esperando volver a encontrarle.
Orgullo imbécil. Todas las mujeres nos creemos diferentes; todas pensamos que ciertas cosas no pueden sucedernos y todas nos equivocamos.
No se puede responder con nada ante la ausencia.
<< Home