domingo, febrero 25, 2007

Que no termine el invierno!

Qué gusto pasar un largo invierno en una casi primaveral noche de febrero.
Y digo bien lo dicho.
El concierto de The Long Winters fue de los que se disfrutan desde la primera canción hasta la última, y fueron muchas, de los que al final por todo, lo musical y extramusical, te dejan un buen sabor de boca. Muy suelto (enormemente suelto diría) se mostró John Roderick, frontman, motor del grupo y conquistador nato que maneja como quiere el ritmo del concierto, un tipo que apoya su eficacia en directo en su energía primero y en su simpatía después dotando a la banda de vida y frescura. Saca el máximo partido a su garganta y maneja de un modo delicioso la guitarra, alternándola con el (mini) teclado, pero también charla con el público, bromea y les insta para que propongan los temas a interpretar (la número 7 al final cayó...) haciéndoles creer que son ellos los que van eligiendo el aparentemente improvisado set list. Tanto derroche de espontaneidad bien transmitida (aunque no tan real) tuvo su respuesta en un público encandilado y entregado a unas canciones alegremente melancólicas, algunos de los mejores temas que se han compuesto en los últimos tiempos al otro lado del charco. Y cuando tuvieron al público totalmente metido en el concierto se permitieron bromas y versiones, como una Where is my mind algo más rockera o una stairway to heaven más poetizada que cantada, como cual trovador yanqui del siglo XXI.
Con todo demostraron que es un grupo en plena forma. Pero también demostraron que se puede hacer un muy buen concierto sin necesidad de caer en la farsa en la que se ha convertido el bis final. Subieron, conquistaron con algo más de dos horas de concierto en el que ofrecieron todo lo que tenían que ofrecer y triunfaron con ello. El público plenamente satisfecho tras el largo concierto entendió perfectamente que ellos no jugaban a eso de alimentar su ego o caer en el teatrillo esteriotipado.
Dieron todo lo que el público quiso aceptar, y más hubiera sido innecesario.
Pero sobretodo entendí perfectamente el por qué Roderick está considerado como el Espíritu Santo de la Santísima Trinidad del Noroeste, junto a Ben Gibbard (Death Cab for Cutie) y Colin Meloy (The Decemberists) por supuesto.