jueves, marzo 20, 2008

ashamed of the person I am

El cine nos ha exhumado de nuevo otra figura del rock, Ian Curtis. Creo que Control podría haber sido una gran película pero se queda en simplemente buena. Anton Corbijn logra mostrarnos una imagen aburrida, plana y anodina de la Inglaterra del country side (que más allá de Londres y ciertos reductos muy puntuales se queda en pueblerinos venidos a más, y lo digo con conocimiento de causa, con sus trajes floreados, sus barrios industriales, sus grises caracteres provincianos, sus sombreros, sus eternos tes…). Un personaje como Ian Curtis podía haber dado mucho más de si, sus silencios al parecer tan característicos, su capacidad de introspección en el complejo mundo interior de una persona con un carácter tan atormentado pasan en la película por momentos tediosos en los que parece que no va a terminar nunca y hasta deseas que Curtis se cuelgue de una vez y termine pronto. Entiendo que es muy difícil plasmar a un personaje como él en una película sin caer en el ridículo y así se queda en el intento de acercarnos a un tortuoso Ian. Si la película no se hunde del todo es gracias al actor Sam Riley, que interpreta magistralmente al protagonista. El actor es clavado a Curtis y quien conozca un poco la iconografía y fotografías del grupo vemos que todo está bien caracterizado, hasta la gabardina negra a la que había escrito en grandes letras en la espalda hate. Se descubre fácilmente, en blanco y negro eso si, a un Ian Curtis con su camisa de niño bueno, su impecable corte de pelo y sus ojos al borde de la locura.
Control está basada en el libro que escribió su mujer Deborah Curtis en 1995, Touching from a distance, biografía totalmente interesada de alguien que veía como su matrimonio hacía aguas por otra mujer, a punto de divorciarse y con una niña de un año, y se regocija destacando lo mucho que sufrió ella por su matrimonio, lo amante esposa que era a pesar de lo mal que la trataba Ian con sus continuos desprecios. Creo que la historia no llega a profundizar demasiado quedándose en lo superficial y cotidiano. Al resto de los Joy NewOrdivisions los muestra como a unos tontolabas sin rumbo ni decisión, un poco caricaturizados si quieres. Ahora entiendo porqué tuvieron sus roces con Anton.
Creo que en el fondo nadie, ni siquiera su mujer, tenía mucha idea de cómo era realmente ese tal Ian Curtis, quizás todos sospechamos de su genialidad, de su tortura y decadencia, de todo lo que le rodeaba, el amor, el deseo, la depresión y la tragedia. Pero solo lo intuimos realmente a través de lo que nos queda de él. Lo demás viene pasado por el filtro de quien lo cuenta. Que para más detalle en este caso es su denostada mujer.
Entiendo como lícito que Deborah Curtis intente desmitificar al personaje, yo misma también tengo cierta crítica con esa manía tan nuestra (también me incluyo) de glorificar artistas malditos. Pero en esta ocasión aparte de rozar el viejo tópico del gran artista y mejor persona (que pudiendo ser cierto es sobre todo irrelevante) cuando toca hablar de Ian Curtis en el contexto que interesa, el de la banda y sus canciones, creo que aportarían más unas cuantas anécdotas contadas por Bernard Sumner y Peter Hook que varias páginas del libro de su señora. En el biopic hay un momento en el que alguien le comenta a Deborah que Ian se está haciendo algo famoso a lo que ella responde “yo aun le lavo los calzoncillos” en un intento de mostrarnos que cuesta mitificar a quien lavas la ropa, pero es que mi interés por Joy Division, íntimamente ligado a la figura de Ian Curtis, no pasa por los quehaceres más cotidianos. Hay muchos detalles que quedaron fuera de su alcance y es probable que cualquiera que hubiera compartido la furgoneta con su marido (incluida la amante Annik Honoré) hubiera podido aclarar más sobre estos periodos que en su libro donde se limita a recetar fechas, nombres y testimonios de segunda mano, ya que ella no estuvo ni en el backstage, sino en casa esperando y limpiando. En Control queda bien reflejado el abatimiento de Ian Curtis cada vez que regresa a casa y se tropieza con el biberón, el carrito y los pañales en medio del salón.
A parte de eso, en la peli también se intuyen momentos de la banda que me hubiera gustado ver más concretados. Joy Division se beneficiaba de estar en una discográfica como Factory, desarrollada por un periodista de televisión, Tony Wilson, más mecenas que hombre de negocios. Tony se ocupó de que tuvieran un buen diseñador, Peter Saville, y un productor rupturista, Martin Hannett. Se sabe que Hannett usó a Joy Division como conejillos de indias. Les sometía a bromas crueles, y como se ve en algún momento del film les hizo tocar a bajas temperaturas, les intimidaba para que le dejaran solo en el estudio mientras experimentaba con lo grabado, a Hannett le gustaba aislar cada elemento musical para su posterior manipulación. Era un tratamiento que potenciaba las esqueléticas canciones de Joy Division que con títulos lapidarios como Atmosphere, Isolation, Transmission, Colony, The eternal, Disorder, Decades, llegaban a seducir por su arquitectura y también por sugerir visiones de vidas sin esperanza [She's lost control retrataba a una joven víctima como él de la epilepsia o la dificultad de entenderse con la persona amada en Love will tear us apart]
Hace un tiempo, cuando se empezó a hablar del proyecto de Anton Corbijn leí que en el prólogo de Touching from a distance el periodista Jon Savage se pregunta si la gente quería a Ian Curtis por las mismas cosas que lo estaban destruyendo. Quizás pasó por alto que en realidad no es Ian Curtis lo que se quería, y supongo que se quiere, sino sus ruinas y despojos.

El final de la historia es bien conocida por todos. 18 de Mayo de 1980. En el tocadiscos da vueltas 'The idiot' el disco de Iggy pop. Deborah Curtis llega a casa tras pasar la noche fuera al haber discutido con su aun marido. Al entrar en la cocina se lo encuentra ahorcado con la cuerda de tender la ropa. Ha muerto Ian Curtis. Inglés, 23 años, epiléptico y cantante del grupo emergente del momento, Joy Division, con el que estaba a punto de realizar su primera gira por Estados Unidos. Ha nacido el mito.

Finalmente la señora, en un momento último de descaro, se tomó la licencia de hacer grabar en la lápida del difunto la inscripción 'Love will tear us apart', título de uno de los mayores éxitos de Joy Division y cuya letra habla de la crisis irreconciliable que sufría el matrimonio Curtis.

La banda sonora convoca un séquito de lujo, Velvet Underground, Roxy Music, New Order, Sex Pistols, Bowie, Iggy Pop, Buzzcocks, Supersister y unos pitiditos de Kraftwerk para acompañar a los grandes éxitos, Atmosphere, Love will tear us apart y Dead Souls. Hay varias versiones, una de Transmission donde el propio reparto consigue resultados insólitos, y Shadowplay ejecutada por The Killers durante los títulos de crédito.

Aquí un artículo de la única persona con motivos para averiguar algo del Ian Curtis privado, su hija.