Do you think that’s ok?
Llevo semanas ya intercalando este disco entre mis días y creo que soy una persona muy desagradecida. Con lo que yo les he disfrutado, con el refugio que en otras épocas me han proporcionado. Cuando supe que el nuevo disco de Bishop Allen se llamaba Grrr… pensé por un momento en un gruñido, o quizás incluso en un rugido, y se me pasó por la cabeza la absurda idea de que a lo mejor los de Brooklyn habían endurecido su sonido, que quizás en esta ocasión resultarían más crudos. Nada más lejos de la lógica realidad. Ahora tras haber escuchado detenidamente el disco puedo decir que el título se me antoja más como el ronroneo de un gatito, y es en ese punto donde empiezan a surgir mis eternos peros. Simplemente agradable, apacible, afable, acogedor pero también algo insustancial. Por así decirlo este álbum sería como esos momentos de sofá al final de un día de fiesta perdido en holgazanería, que están bien, me encanta disfrutar de ellos, pero tampoco puedo alargar mi tiempo en ellos o el tedio me anegará sin remedio. También podría ser como aquella persona con la que se está bien, realmente a gusto y punto, con quien los días me resultan agradables y se sonríe casi por defecto, pero con el que ya no hay chispa o ya no te sacude el interior. Esos días fáciles, solícitos, complacientes, cómodos. No es que esté pidiendo que cada canción sea la mejor canción del mundo, pero sí que al menos cuando la escuche pueda pensar ‘qué buena’ o ‘me gusta’ o simplemente pensar en algo y no que pase sin más a la siguiente. Con Grrr… lo que me ocurre es que suena bien, con sus melodías pop y sus juegos vocales, pero me suenan de fondo sin más pena que gloria. Puede pasar el disco por completo casi sin darme cuenta mientras voy haciendo otras cosas, y eso no fue nunca una buena señal, al menos en mí. Como ese gatito que ronronea en el sofá, que no molesta ni alegra ni acompaña ni divierte ni casi nada, tan solo está. Lo que quiero decir es que el disco está bien, pero está bien y punto, sin ofrecerme mucho más que eso. Quizás es que me gusta disfrutar de los discos y no me gustan aquellos en los que se me pasan las canciones una tras otra sin más por muy bien que suenen, y es que Grrr… (y mira que el nombre me gusta) comienza bien con una Dimmer hasta algo juguetona, en the lion & the teacup le añaden la gracia de unas palabras en castellano con ese acento yanky que tanto me gusta, pero a partir de South China Moon me desligo inevitablemente y sin remedio de las canciones y cuando llego al final tan solo recuerdo Tiger, tiger, ni siquiera tengo muy claro donde quedaba Oklahoma cuando, por lo que he leído, es de las que más está gustando. Probablemente es que no he madurado lo suficiente como para aceptar que una relación puede ser tan lineal como válida basada en la comodidad y confortabilidad, sin algún momento de agitación o pegada. Reconozco que el problema lo tengo yo, que necesito que me zarandeen un poquito más el alma.
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