Perdónanos, Padre
Nunca vayas a ver una película de Haneke, en alemán con subtítulos en inglés, con un yanky que además de no entender una mierda se encarga de hacértelo saber durante todo el metraje, cortándote el rollo una y otra vez. De modo que tras ese pequeño detalle que me arruinó el primer visionado las pasadas navidades, esta tarde he ido a ver the white ribbon de nuevo, eso sí, esta vez en la totalidad de mi tan apreciada soledad.
Está claro que es una gran película, aunque no es Caché tampoco. Entiendo perfectamente el revuelo que ha generado y no sin razón, pero me da a mi que (al menos por aquí, que es de lo que puedo hablar) se quedan ahí, en lo obvio, en la semilla del nazismo, en que esos niños protagonistas del terror costumbrista (y costumbrista es una palabra que repetiré) son o serán los que vistan uniformes nazis en unos años. No lo dice, ni falta que hace, es una cuestión de simples cuentas. La película transcurre justo antes de la primera gran guerra, por lo que esos niños de entre 10 y 15 años son los que durante los años 20 gestaron el nazismo que tuvo su apogeo a la siguiente década. Quizás Haneke se ha hecho servir de los orígenes del fascismo por cercanía y por conocimiento, o bien porque resulta un modo más “fácil” de llamar nuestra atención debido al impacto que el horror del nazismo genera en todos nosotros (y entrecomillo fácil porque no me parecía una palabra adecuada para relacionarla con el director en cuestión, que a pulso se lo ha ganado el tio). Me podría imaginar el mismo guión adaptado a otro país y otro año, me vienen a la cabeza hasta tres países/momentos históricos diferentes y seguro que algún otro podría salir. Nos muestra otra cosa más allá que el nazismo en su estado primigenio, pero se hace servir de él y no me parece mal. Lo que me parece mal es que nos la vendan como tan solo eso, cuando me da a mi que la película es algo más que sólo eso.
Si de modo alguno en otras ocasiones haneke quería poner al espectador frente a si mismo aquí tan sólo se limita a mostrar más que a enfrentar. Quizás si queremos rizar algo más el rizo se puede ver cómo la intención vendría a ser enfrentar a toda una sociedad ante si misma, no de modo tan individual, haciéndose servir de algo fácil de entender por todos, fácil de hacer llegar como es el germen del nazismo, pero repito que podría ser trasladado a cualquier otra situación social, política y/o religiosa. Y lo peor es que podría volver a darse. No deberíamos quedarnos en autoflagelaciones morales (qué malos fueron, qué malos fuimos), deberíamos haber aprendido, para algo sirve la historia, e intentar identificar tendencias actuales. Quizás esté exagerando, pero a mi este tipo de noticias (no siempre tan aisladas como pueden parecer) me dan miedo.
La fuerza de las imágenes en blanco y negro no son gratuitas sino obligadas. El utilizar a niños lo hace más duro pero necesario. La lentitud de su trama se asume ineludiblemente, ya que es como la vida misma, parece que no ocurre nada, que son solo hechos aislados, que los hechos por pequeños que sean no tienen consecuencias, pero finalmente todo termina por arrasar.
Haneke no resuelve situaciones. Da igual quien sea el culpable, no importa ponerle nombre y por eso no lo hace, quizás todos en cierto modo sean responsables. Importan más otras cosas, mucho más que cerrar la trama en sí, ya que esta es tan solo el vehículo de otra cosa, de la idea que quiere hacernos llegar. Me gusta cuando sugiere más que muestra, cómo deja que sea el espectador el que se introduzca en la película, en la vida y costumbres de ese pueblecito. Esa violencia ciega y sorda, que no se necesita ver para saber que está ahí. La vida sin sus alegrías cotidianas, la obediencia porque sí y el estricto seguimiento de unas normas sin razonamiento ni explicación alguna, la doble moral, la dureza y frialdad de las relaciones personales, la insensibilidad. Una mala receta.
Que la historia no sea bonita no quiere decir que no sea buena, que sea difícil no significa que no merezca ser vista, que requiera el esfuerzo de meterse en un costumbrismo ajeno, áspero y hasta escabroso no significa que no valga la pena hacerlo. Si no conectas entiendo que te pueda parecer sobrevalorada y plana, si conectas hasta te da miedo extrapolar la historia a otras más cercanas. Si no puedes ir a verla con la persona adecuada, mejor ve por tu cuenta e intenta disfrutarla. Bueno, quizás disfrutar no sea la palabra más apropiada.
Está claro que es una gran película, aunque no es Caché tampoco. Entiendo perfectamente el revuelo que ha generado y no sin razón, pero me da a mi que (al menos por aquí, que es de lo que puedo hablar) se quedan ahí, en lo obvio, en la semilla del nazismo, en que esos niños protagonistas del terror costumbrista (y costumbrista es una palabra que repetiré) son o serán los que vistan uniformes nazis en unos años. No lo dice, ni falta que hace, es una cuestión de simples cuentas. La película transcurre justo antes de la primera gran guerra, por lo que esos niños de entre 10 y 15 años son los que durante los años 20 gestaron el nazismo que tuvo su apogeo a la siguiente década. Quizás Haneke se ha hecho servir de los orígenes del fascismo por cercanía y por conocimiento, o bien porque resulta un modo más “fácil” de llamar nuestra atención debido al impacto que el horror del nazismo genera en todos nosotros (y entrecomillo fácil porque no me parecía una palabra adecuada para relacionarla con el director en cuestión, que a pulso se lo ha ganado el tio). Me podría imaginar el mismo guión adaptado a otro país y otro año, me vienen a la cabeza hasta tres países/momentos históricos diferentes y seguro que algún otro podría salir. Nos muestra otra cosa más allá que el nazismo en su estado primigenio, pero se hace servir de él y no me parece mal. Lo que me parece mal es que nos la vendan como tan solo eso, cuando me da a mi que la película es algo más que sólo eso.
Si de modo alguno en otras ocasiones haneke quería poner al espectador frente a si mismo aquí tan sólo se limita a mostrar más que a enfrentar. Quizás si queremos rizar algo más el rizo se puede ver cómo la intención vendría a ser enfrentar a toda una sociedad ante si misma, no de modo tan individual, haciéndose servir de algo fácil de entender por todos, fácil de hacer llegar como es el germen del nazismo, pero repito que podría ser trasladado a cualquier otra situación social, política y/o religiosa. Y lo peor es que podría volver a darse. No deberíamos quedarnos en autoflagelaciones morales (qué malos fueron, qué malos fuimos), deberíamos haber aprendido, para algo sirve la historia, e intentar identificar tendencias actuales. Quizás esté exagerando, pero a mi este tipo de noticias (no siempre tan aisladas como pueden parecer) me dan miedo.
La fuerza de las imágenes en blanco y negro no son gratuitas sino obligadas. El utilizar a niños lo hace más duro pero necesario. La lentitud de su trama se asume ineludiblemente, ya que es como la vida misma, parece que no ocurre nada, que son solo hechos aislados, que los hechos por pequeños que sean no tienen consecuencias, pero finalmente todo termina por arrasar.
Haneke no resuelve situaciones. Da igual quien sea el culpable, no importa ponerle nombre y por eso no lo hace, quizás todos en cierto modo sean responsables. Importan más otras cosas, mucho más que cerrar la trama en sí, ya que esta es tan solo el vehículo de otra cosa, de la idea que quiere hacernos llegar. Me gusta cuando sugiere más que muestra, cómo deja que sea el espectador el que se introduzca en la película, en la vida y costumbres de ese pueblecito. Esa violencia ciega y sorda, que no se necesita ver para saber que está ahí. La vida sin sus alegrías cotidianas, la obediencia porque sí y el estricto seguimiento de unas normas sin razonamiento ni explicación alguna, la doble moral, la dureza y frialdad de las relaciones personales, la insensibilidad. Una mala receta.
Que la historia no sea bonita no quiere decir que no sea buena, que sea difícil no significa que no merezca ser vista, que requiera el esfuerzo de meterse en un costumbrismo ajeno, áspero y hasta escabroso no significa que no valga la pena hacerlo. Si no conectas entiendo que te pueda parecer sobrevalorada y plana, si conectas hasta te da miedo extrapolar la historia a otras más cercanas. Si no puedes ir a verla con la persona adecuada, mejor ve por tu cuenta e intenta disfrutarla. Bueno, quizás disfrutar no sea la palabra más apropiada.
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