sábado, abril 24, 2010

Come join us in a prayer

Quizás el summum de la ironía para un grupo como Pavement es que, tras haber estado dando vueltas alrededor del huidizo éxito y tras haberse quedado como a medio camino de una conquista más amplia y en la adquisición de cierto status, al final sean considerados, juzgados y hasta admirados como leyendas.

Escribir sobre los conciertos que he visto de Pavement en esta vuelta, esperada y deseada desde hace tanto, no será tan difícil como hacerme entender sobre cómo me sentía yo al estar ahí. Tampoco estoy muy segura ni de querer intentarlo, así que si me permites la simpleza, creo que resumiré diciendo que, asistir a la vuelta de Pavement a los escenarios de California en su primer concierto en tierra yanky, es algo muy pero que muy molón.

Pavement tienen en esta gira la oportunidad de tocar como las estrellas de rock que nunca llegaron a ser, y lo hicieron con un respeto que otras veces habían negado, tanto a sus canciones como a ellos mismos pero sobre todo a los fans. Tampoco creo que engañaran a nadie en su momento, nunca hicieron nada que no fueran, nunca fueron estrellas del rock, nunca se creyeron grandes porque no lo eran, y siempre se mantuvieron en ese grupo de los chicos algo raritos que se refugian en la ironía y las risas.

Quizás el status de verdadera estrella del rock se te es concedido cuando consigues reunir a la gente a tu alrededor con tal expectación sin añadir nada nuevo que ofrecer. Tan solo un legado que, aun habiendo sido en su momento algo desdeñado, consigue volver loca a la audiencia como si no hubiera pasado el tiempo por ellos, redimiendo 30 canciones, cautivando a la gente por dos horas y dejándola con ganas de más. Pero no del modo que se da en otras tantas reuniones, sino del modo que se da en esta ocasión, como si de una asignatura pendiente se tratase, como si de por fin calmar algo que te corroe por dentro o finalmente cerrar el círculo. Como definitivamente sellando una paz y haciendo justicia. Quizás es que el punto y final de la banda no estaba escrito, y ésta vagaba como alma en pena sin consuelo ni descanso.


A veces puede resultar muy deprimente una gira reunión en la que una banda intenta recrear los tiempos de gloria. Lo irónico de Pavement vuelve a ser que nunca tuvieron tanta gloria como para resultar ahora tan deprimente, y aun así lo enfocan no sin cierto sarcasmo titulando, por ejemplo, quarantine the past a su reciente recopilación. Me explico. El título viene de la frase de gold soundz que reza “you’re the kind of girl I like, because I’m empty and you’re empty and you can never quarantine the past” lo cual sería algo así como que estas dos personas vacías no parecen cargar con cierto background precisamente por eso, pero el pasado reaparece cuando menos te lo esperas, para bien o para mal. Y con esta vuelta quieren decir eso, quizás no haya nada o no tanto éxito por lo que volver pero estamos aquí igualmente para celebrarlo y disfrutarlo.


Pomona, ciudad satélite de LA, acogía el que sería el primer concierto de Pavement en los USA, en un warm up show previo a Coachella. Si Goldenvoice me ofrece un viaje a los 90 a 40 minutos de casa, allá voy sin rechistar. La expectación era máxima y se dejaron querer, por ello mismo pasaron unos 10 minutos desde que apagaron las luces hasta que salió -por fin- la banda al escenario. Diez eternos minutos de ansias a oscuras que la gente bien se encargó en demostrar ovacionando al grupo a su salida. Fue entonces cuando Pavement apareció y ofreció por fin un show más que digno, ese tipo de concierto que la gente esperaba de ellos en los 90, pero que en su momento, en cierto modo auto-boicoteados, no supieron manejar adecuadamente.

El resumen sería 30 canciones en dos horas, repasando cada uno de sus discos, hilando canciones entre riffs exquisitos, y aunque algo vacilante en su comienzo inusualmente profesional para ellos en su totalidad.

Los ensayos se hicieron notar cuando dejaban marchar libremente las canciones efectivamente trabajadas. Tan sólo tuvieron algún error (como esa entrada en falso de trigger cut que les llevó a tener que parar y repetirla). No se mostraron especialmente dicharacheros, y mucho menos Malkmus, como extrañamente centrado en lo suyo. En general la banda salió de un modo algo estricto y a medida que fue pasando la velada y las canciones se fue soltando más -especialmente Nastanovitch.

En muchas canciones no sonaron perfectos, pero si memorables, y eso es mucho más de lo que pudieron decir en muchas otras ocasiones. El final de Summer babe con un Malkmus como cantando para él mismo soltándolo todo, o como cuando canta eso de the leaders are dead en starlings of the slipstream que aunque no sabes si lo canta para bien o para mal queda claro que no tiene ganas de convertirse en uno de ellos, a menos que se acepte su descaro e insolencia. Here fue volcada con tanta belleza que pocas palabras quedan para describir el momento. Unfair provocó la locura colectiva, date with Ikea el punto algo más frío aunque no consigue desmerecer el conjunto, y qué decir de las más coreadas como range life, stereo, gold soundz, shady lane, cut your hair o conduit for sale. Un conjunto totalmente arropado por la gente, respetuosa y agradecida, deseosa de unos pavement como se mostraron, con su mejor cara, y aun teniendo sus momentos algo irregulares en cierto modo esos son algo marca de la casa.

Soy una ferviente fan de Stephen Malkmus, a pesar de todo. No debe ser un tipo de trato fácil, pero para el trato que yo le doy (es decir, ninguno) ya me va bien que sea como es, o lo que es lo mismo, me va bien que sea tan sumamente genial y algo excéntrico. Con él nunca sabes bien qué puedes encontrarte, lo único seguro es que él se va a reír, pero no tienes claro si se va a reír de ti o contigo. Esa noche, en Pomona quiso reírse y pasarlo bien, con nosotros.

El concierto, la reunión y la gira, es un modo de poner en cuarentena el pasado, a pesar de saber bien todos que Malkmus dice sin cesar que no se puede. Pero en la noche de su reaparición -en California- y a lo largo de toda su gira harán lo propio para solventar la cuenta pendiente que adquirieron al desvanecerse antes de que se llegara a hacer verdadera justicia con su grandeza.