No he parado de darle vueltas a un mismo asunto en estos últimos días, pero hoy ya ha sido enfermizo. Esta mañana ha muerto el hermano de una amiga, amiga desde hace mucho tiempo, de las que se conoce a la familia entera de la de tiempo que has pasado en su casa. Yo, al igual que ella, soy la pequeña de familia numerosa, en mi caso somos 5 hermanos (más uno “adoptado”) así que desde el mismo día en el que nací ellos ya estaban ahí, he crecido con ellos por delante, no me he tenido que acostumbrar a nadie que fuera llegando. No ha habido en mi vida ni un solo segundo en el que no estuvieran o por el que no hubieran pasado antes, de hecho no me imagino ni un solo segundo sin ellos, aunque no les vea demasiado, que todo hay que decirlo, están ahí. Debo tener un día algo tonto, en los que me rebosa la empatía, y no he podido evitar que me haya afectado muy mucho lo del hermano de Marta. Es ley de vida enterrar a las generaciones por encima, a los abuelos, a los padres, y quizás lo de un hermano anda por ahí, pero no puedo siquiera pensarlo, se me revuelve el cuerpo tan solo de pensar en la posibilidad, y llevo un día terrible por eso mismo. Sin necesidad de organizar un drama siciliano también se puede estar pasando un momento bajo.
Estoy muy cansada de tener que acostumbrarme a que falte alguien, a la ausencia inevitable. Cuando se muere una persona se pasa mal, eso está claro, pero quizás lo peor no sea el momento concreto, en esos días en los que se muere alguien cercano una está algo despistada, como dejándose llevar más por la situación, por la inercia del momento. Lo peor es cuando llegas a casa, tras toda la parafernalia que nos rodea hasta en esos momentos, y cierras la puerta. Cuando tienes que seguir con el día a día sin acostumbrarte a que no está, cuando de repente piensas “voy a llamarle a ver que me dice” pero no, ya no puedes llamarlo, y como eso miles de situaciones a lo largo de una temporada larga, no son solo unos días. Resulta bastante frustrante. Acostumbrarte a la ausencia de una persona es de lo más cruel que le puede ocurrir a alguien, y a todos nos ocurre antes o después.
Estoy muy cansada de tener que acostumbrarme a que falte alguien, a la ausencia inevitable. Cuando se muere una persona se pasa mal, eso está claro, pero quizás lo peor no sea el momento concreto, en esos días en los que se muere alguien cercano una está algo despistada, como dejándose llevar más por la situación, por la inercia del momento. Lo peor es cuando llegas a casa, tras toda la parafernalia que nos rodea hasta en esos momentos, y cierras la puerta. Cuando tienes que seguir con el día a día sin acostumbrarte a que no está, cuando de repente piensas “voy a llamarle a ver que me dice” pero no, ya no puedes llamarlo, y como eso miles de situaciones a lo largo de una temporada larga, no son solo unos días. Resulta bastante frustrante. Acostumbrarte a la ausencia de una persona es de lo más cruel que le puede ocurrir a alguien, y a todos nos ocurre antes o después.
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