Give me a reason to carry on
A veces mis noches son más largas que mis días. Siempre he sido de naturaleza nocturna, de eso no hay duda, pero a veces la noche se me impone de una manera tan perversa que no soy capaz de hacer nada del derecho. Cada noche es singular. Doy vueltas y más vueltas como si eso sirviera de algo para caer en sus brazos, otras veces me dedico a escuchar música tranquila que me ayude a conciliar el sueño, otras me pego una ducha como si de ese modo pudiera quitarme de encima la losa del insomnio, o asumo el tiempo y el silencio impuesto por siglos de adaptación circadiana pasando las horas con un libro o me drogo aclamando a hipnos o pienso sandeces creando historias que inmolan la realidad, o directamente me enzarzo en una auténtica batalla por calmar mis neuronas que van al ritmo propio del durmiente pero sin que GABA haya hecho su papel en esta puta farsa que son mis noches. Cualquier cosa para lograr su atención. En otras ocasiones me lo tomo algo mejor, relativizo la situación cuando logro ser consciente de que aun puedo funcionar aunque sea tan solo tras un par de horas de un recatado y honroso sueño apresurado. Y algo así fue la ofensiva de ayer, una noche en la que, para mi evasión, coincidieron dos conciertos en televisión, Antònia Font en canal 33 y Sam Roberts en los conciertos de Radio3, en la 2. Hace poco estuvieron los canadienses en Mallorca y me los perdí por un siempre inoportuno viaje de trabajo. Lo que más me llamó la atención fue ver lo poco favorecido que sale el tal Sam Roberts en las fotos que yo había visto. Ya sabía por una entrevista suya en la radio que el castellano se le da bastante bien así como que tiene pinta de simpático (que es de lo más importante) pero entre eso, que su música me gusta y lo guapo que es me dio mucha más rabia haberme perdido el concierto de la semana pasada.
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