domingo, abril 26, 2009

Coachella 2009: Domingo

Con el genial previo a las espaldas, la corta a la vez que tremenda jornada del viernes y la letal indecisión del sábado, por fin llegó el tercer y esperado día, al menos para mí. Aquello parecía el infierno del calor que hizo y es que después leí que se rebasaron las 3 cifras (en Farenheit, que estos yankies miden raro) o lo que es lo mismo rozando los 40ºC. Para mi desgracia llegué tarde al concierto de Vivian Girls, es lo que tiene resucitar que a veces no es posible hacerlo antes de las 12, cuando daba comienzo su concierto. A mí me parece muy bien que quieran aprovechar todo el día, doce horas de música en directo y demás, pero el mediodía me parece un poco (bastante) temprano para programar conciertos (y lo digo muy seriamente). Así que hasta que no lograron sacarme de la cama casi a la fuerza y meterme en la ducha no pude hacer acto de presencia en el campo de polo. No Age también eran de los “afortunados” que en el reparto de programación les tocó temprano, y sus sacudidas de guitarras no es quizás lo más adecuado para la mañana de resurrección, pero aun así ahí estaba yo. Tanto riff, loops y distorsión no es el mejor de los desayunos posibles para la ya muy cansada mañana de la última jornada del festival, pero subjetividades aparte, ofrecieron un muy buen concierto, ya digo, solo desmerecido por la programación que les tocó lidiar.


No me gustaron Fucked up, quizás no estaba yo para ellos, mucha agresividad en lo musical y en lo no musical, de modo que huí pronto hacia el escenario grande a ver a Okkervil River que pusieron ese toque de rock melancólico y nos rendimos ante ellos sin temor.






Inmediatamente después Lupe Fiasco salió desafiando las cada vez más increíblemente altas temperaturas y yo al poco de comenzar me largué de ese escenario que no ofrecía ningún tipo de refugio. Así que tras hacer una simple parada en Sebastian Tellier seguí mi camino hacia la siguiente carpa refugiándome en el escenario que acogía en ese momento a Brian Jonestown Massacre, el grupo que quizás más incógnitas me deja siempre. Resulta que son casi un grupo de culto por aquí, venerados por muchos precisamente por su estatus de banda que no logrará dar nunca el salto definitivo. Así como la joya que no brilla pero que no puede dejar de fascinarles. Era la segunda vez que les veía y en la primera ocasión me dejaron tan fría que creo que esa era la razón principal por lo que les quería volver a ver. Pues bien, tengo que decir que siguen sin parecerme la panacea con su pop psycodélico pero que realizaron un mejor concierto, aunque en esta ocasión más que fría lo que me quedé fue algo inquieta, ¿qué será lo que le ven a esta banda y que yo, por más que lo intento, no logro descubir? Anton Newcombe (la verdadera figura de culto detrás del grupo) estuvo comedido en sus tan habituales estallidos de ira, y hasta dio la sensación de no ir muy dopado ese día aunque su disposición fue de auténtico aislamiento de espaldas casi el 90% del tiempo, como si eso no fuera con él. Esta vez sí cayó mi canción preferida del grupo, que además fue interpretada de un modo genial, y yo tan contenta. Por lo demás, pues en su línea, ellos correctos tirando a mediocres y los seguidores que les veneran pues venerando cada canción.



El más que insoportable calor de la tarde hizo que me refugiara en las carpas huyendo de todo escenario sin sombra alguna. De modo que sin saber muy bien cómo acabé viendo al francés Busy P y su propuesta electrohouse que me terminó de animar la insolación con su despliegue en todas las gamas de frecuencias posible, por momentos hipnotizantes, por momentos abrumadores, por momentos delirantes pero siempre asombrosamente perfectos en ese instante. Cerró sesión con (you gotta) Fight for you right (to party) de Beasty Boys, así que una vez debidamente agitada y animada tocaba continuar peregrinando por el campo de polo.




Y de este modo me atreví de nuevo con el escenario grande donde era el momento de unos Peter Bjorn and John que no me gustaron especialmente, a parte de poco inspirados dieron la sensación de tocar como aburridos de si mismos. Creo que les falló el punto traslacional y no lograron llevar al directo de un modo adecuado aquellos placeres que te encuentras en sus discos (de estos no pongo video porque lo que he encontrado de Coachella ha sido principalmente young folks y, la verdad, acaso no la tienes más que oída?). De modo que finalmente nos decantamos por pasar a ver a un Perry Farrell esperpéntico disfrazado a juego con su corista, perdón, con su esposa que le acompaña sobre el escenario y que por momentos parecía estar en un estado de embriaguez poco recomendable para los contoneos varios que se marcó sin mucho sentido con las canciones de su marido.





En esos momentos nos estábamos perdiendo a un Antony and the johnsons que cada vez se parece más a Falete (perdón, pero tenía que colar la broma en algún lado que aquí nadie me la entiende) y que me pone muy nerviosa con su voz y su modo de cantar. De los Yeah Yeah Yeahs tan solo diré que a mí lo que más me brilló de su actuación fue el vestido de grandes lentejuelas que lució Karen O, una Karen O que se me quedó algo diluida en el escenario principal a pesar de que por lo visto gustó mucho.


Nada más terminar tocaba Paul Weller con un show previsto para hacer tiempo en el outdoor theater mientras en el escenario grande se preparaba toda la parafernalia que conllevan los conciertos de MBV. Destacar que fue un muy buen concierto de 50 minutos de buen rock. Al final se hizo acompañar sobre el escenario por Johnny Marr y juntos se hicieron con A town called Malice, una de esas grandes sorpresas del festival.




Ya había anochecido y era el momento de ver de nuevo a My Bloody Valentine pero en esta ocasión al aire libre con lo cual su música resulta menos arrolladora aunque igualmente tremenda. Unos MBV de tratamiento casi reverencial que pone tus oídos a prueba, pero que siempre avisan repartiendo tapones para que nadie se les queje después. Ponen a prueba tu resistencia en muchos momentos del concierto pero si te dejas llevar, si entras en el juego y estás dispuesto a disfrutar, el deleite musical será tremendo. Las imágenes que acompañan a la banda llenan el espacio, o al menos el poco espacio libre que deja el denso y abrumador sonido de MBV. Es admirable comprobar cómo el ruido puede adquirir una densidad tan fluida y viva. Lo cierto es que a veces se necesita el tiempo mínimo de una canción para adaptarse al eflujo de su música y aclimatarse a tal estruendo de guitarras pero si estás dispuesto a sucumbir a esas capas de ruido encontrarás una belleza inigualable, a pesar de lo abrasiva que pueda parecer a priori su propuesta.



Public Enemy cayó en el outdoor theater en el descanso de más de media hora larga que había entre MBV y The Cure en el escenario principal (más que descanso era un parón obligado por el montaje y desmontaje técnico que conlleva MBV) sumándose así a la lista formada por Paul McCartney, Paul weller, Morrisey, the Cure o cohen en ese exceso de años que ha marcado el festival.


Y tras la irradiación sonora de MBV, el comienzo de The Cure en el escenario grande sonó algo pálido, pero el lavado de guitarras y la vacilante y característica voz de dolor de Robert Smith fueron entrando en el juego y terminó siendo un gran modo de concluir con el festival.


La actuación fue larga, excesivamente larga, tal y como suponíamos que sería, y a mi juicio abusó de temas demasiado oscuros, quizás para los más devotos de la banda, quizás para si mismo. Fueron 3 horas de concierto, con 3 bises eternos y casi todo el público tumbado ya en el césped, agotados, a esas horas tan solo aguantaban las primeras filas llenas de eternos fieles.

Al final Robert Smith se reía de nosotros bis tras bis, nos ponía la miel en los labios para dejarnos de nuevo el sabor amargo de la espera ante el agotamiento de esas horas con largas guitarras y canciones que quizás no merecen tal espacio. También se rió de la organización y de lo que ésta pudiera decirle o pedirle en sus idas y venidas de los bises, pese a toda advertencia él se había propuesto agotarnos a todos y el resto le daba igual. Al final hasta logró lo que quería, y es que después de todo nos fuimos pensando que era, fue y sigue siendo muy grande.
Como decía, el concierto de The Cure se alargó en el fin de la noche y al ver que aquello no tenía fin, porque RS no lo quería así, la organización primero encendió todos los focos del recinto de polo en el que se celebra el festival, con lo que en un momento pareció hacerse de día de nuevo para nuestro fastidio. RS seguía a lo suyo, así que lo siguiente fue apagar las pantallas y parte de la iluminación del escenario dejando a la banda con unos algo ridículos focos. RS seguía a lo suyo, así que al ver que aquello no concluía, porque ya digo que a RS no le apetecía, optaron por lo más drástico, cortarle el sonido. Y entonces, solo entonces, RS quiso, y fue justo en ese preciso instante cuando sonaron los primeros acordes de boys don’t cry ante lo cual la gente que aun aguantábamos allí (casi en su totalidad ya tumbados en el césped) nos entró una incluso inexplicable euforia y nos levantamos todos corriendo hacia el escenario para cantar en comunión con RS la dichosa canción que parecía que no iba a llegar nunca.
Que si no se te oye tú tranquilo Robert, que aquí estamos todos, tus maltratados, para cantarla contigo y así hacer que por fin suene boys don’t cry esa noche cerrando Coachella.

Que RS es un poco capullo ya lo intuíamos, que es uno de los buenos que no hay que perderse también. Te agota con 3 horas de desvaríos varios porque lo más destacable lo suelta al principio y se deja para el final lo que la gente desea, una boys don’t cry esta vez en obligado unplugged. Queríamos más de la banda, pero eso no Robert, un exceso prolongado de las canciones más recientes, con menos gancho, no, eso por no hablar de las caras B más oscuras que fueron sonando hasta exprimirnos por completo la paciencia. Pero a pesar de todo y a pesar de RS, tengo claro que The Cure fue un gran modo de cerrar Coachella.