Coachella 2009: Viernes
Si esto era el previo del festival, al día siguiente comenzaba la fiesta propiamente dicha, la décima edición de Coachella Valley Music & Arts Festival.
Para mi desgracia, y por razones que no vienen al caso, no pude llegar hasta bien avanzada la tarde pero con suerte para ver a Leonard Cohen cuando la noche ya empezaba a caer sobre el desierto. El canadiense está hecho de magia y elegancia que desprendió canción a canción sobre el teatro al aire libre con la puesta del sol como atrezzo. Hace tan solo unas semanas ofreció varios conciertos en LA, conciertos de repertorio largo y mimado que en el escenario de Coachella se vió recortado a una hora, exigencias del guión. Cuando en Ain’t no cure for love escuchas aquello de I need to see you naked, in your body and in your thought te das cuenta de que en ese preciso instante esas palabras cobran más sentido que nunca en medio del desierto, aun más ahí que en el siempre frío Nokia theater de hace unas semanas. Así que ni el mal sonido que por momentos quiso hacer acto de presencia le restó un ápice de magia al momento. Everybody knows comenzó con una guitarra escalofriante, First we take Manhattan fue impresionante, pero donde de verdad vimos belleza fue en Hallelujah con un Cohen en toda su grandeza en un momento en el que su actuación adquirió una intimidad increíble. Fue en este momento en el que soltó I didn’t come to Coachella to fool you como guiño y único salto de un guión bien orquestado en su magnífica gira.
Y del señorío y el hasta cierto halo de misticismo que desprende Leonard Cohen pasamos a un Morrisey que se cree más señor de lo que realmente es. Y es que no hay duda alguna de que el inglés es más macarra que Cohen, de modo que del estado casi de levitación que nos dejó el canadiense pasamos al carácter arisco y agriado de Morrissey. A mi lo que me pasa con este señor es que ha pasado de gustarme muy mucho a parecerme algo insoportable. Lo más destacable de su, eso sí, correcta actuación fue ese amago de fuga tras la queja por la quema de animales en los puestos de comida rápida del recinto soltando aquello tan simpático de I can smell burning flesh, and I hope to God it’s human. Si antes pensaba que en cierto modo Morrisey actuaba a ser una diva sobre el escenario, ahora creo que lo es directamente.
El tiempo que quedaba entre Morrissey y McCartney lo aprovechamos de nuevo en el outdoor theatre con los autóctonos Silversun Pickups, un grupo surgido de Silverlake en LA, cerrando el segundo escenario de Coachella. Vaya, que aun ni se lo creen. Estos tipos siempre han estado un poco como de tapadillo, haciendo pero sin terminar de llamar especialmente la atención, y a pesar de que ya llevan unos años no ha sido hasta ahora con su segundo o tercer disco (no se bien) cuando parece que acaban por así decirlo de ascender de categoría, y con ello no salieron como unos novatos en la liga de mayores. Con una actitud y confianza que me sorprendió se hicieron valer lo suficiente para corroborar que desde luego era una de esas band to watch del festival.
El final de la primera jornada fue de la mano de Paul MacCartney y a mi la verdad es que el Beatle no me cae bien. No soporto esa actitud falsa de persona cercana aunque se crea semi-dios, con esa actitud tan onanista y autocomplaciente, esa insoportable y falsa modestia… podría seguir dedicándole improperios varios, pero después llega, toca sus canciones y no te queda más remedio que callarte todas las lindezas que has podido soltar. Algo así me ocurrió a mí el viernes, y es que las 2 horas de camino desde casa hasta Indio dan para mucho, para hablar de lo que no hay que perderse, de lo que más apetece y para largar ampliamente contra el Beatle, claro. Después pasa lo que pasa, un par de canciones y me lo tengo que tragar todo. Y como Paul McCartney no puede dejar de ser Paul McCartney o aceptas que viene todo el pack junto (las canciones y la persona) o te quedas sin escuchar esas maravillosas composiciones.
Cuando se anunció el cartel del festival con Sir Paul cerrando el primer día leí muchas críticas sobre eso, que si Macca estaba demasiado mayor y que si era demasiado populista para Coachella entre otras cosas. Tan solo diré que nunca subestimes a Paul McCartney, la noche fue enteramente suya y por derecho propio. Palabra de desconfiada (en serio, mira los videos, el concierto fue tremendo). La cantidad de gente que congrega el sexageniario Beatle es tremenda y si no quieres morir en el intento de acercarte al stage, con quedarte a una distancia prudencial y agradecer las grandes pantallas ya es más que suficiente para disfrutar del concierto. Para mi sorpresa aguantó el tirón durante las 3 horas largas de concierto y la fuerza de su voz no palideció. También hubo, cómo no, momentos más ñoños, marca de la casa, como el emocionado recuerdo a su mujer (la primera, que de la segunda no quiere oir ni hablar) ya que ese día era el aniversario de la muerte de Linda. Al final, podré decir lo que quiera de él, pero lo que me quedó claro es que sigue siendo un Beatle y punto.
Para mi desgracia, y por razones que no vienen al caso, no pude llegar hasta bien avanzada la tarde pero con suerte para ver a Leonard Cohen cuando la noche ya empezaba a caer sobre el desierto. El canadiense está hecho de magia y elegancia que desprendió canción a canción sobre el teatro al aire libre con la puesta del sol como atrezzo. Hace tan solo unas semanas ofreció varios conciertos en LA, conciertos de repertorio largo y mimado que en el escenario de Coachella se vió recortado a una hora, exigencias del guión. Cuando en Ain’t no cure for love escuchas aquello de I need to see you naked, in your body and in your thought te das cuenta de que en ese preciso instante esas palabras cobran más sentido que nunca en medio del desierto, aun más ahí que en el siempre frío Nokia theater de hace unas semanas. Así que ni el mal sonido que por momentos quiso hacer acto de presencia le restó un ápice de magia al momento. Everybody knows comenzó con una guitarra escalofriante, First we take Manhattan fue impresionante, pero donde de verdad vimos belleza fue en Hallelujah con un Cohen en toda su grandeza en un momento en el que su actuación adquirió una intimidad increíble. Fue en este momento en el que soltó I didn’t come to Coachella to fool you como guiño y único salto de un guión bien orquestado en su magnífica gira.
Y del señorío y el hasta cierto halo de misticismo que desprende Leonard Cohen pasamos a un Morrisey que se cree más señor de lo que realmente es. Y es que no hay duda alguna de que el inglés es más macarra que Cohen, de modo que del estado casi de levitación que nos dejó el canadiense pasamos al carácter arisco y agriado de Morrissey. A mi lo que me pasa con este señor es que ha pasado de gustarme muy mucho a parecerme algo insoportable. Lo más destacable de su, eso sí, correcta actuación fue ese amago de fuga tras la queja por la quema de animales en los puestos de comida rápida del recinto soltando aquello tan simpático de I can smell burning flesh, and I hope to God it’s human. Si antes pensaba que en cierto modo Morrisey actuaba a ser una diva sobre el escenario, ahora creo que lo es directamente.
El tiempo que quedaba entre Morrissey y McCartney lo aprovechamos de nuevo en el outdoor theatre con los autóctonos Silversun Pickups, un grupo surgido de Silverlake en LA, cerrando el segundo escenario de Coachella. Vaya, que aun ni se lo creen. Estos tipos siempre han estado un poco como de tapadillo, haciendo pero sin terminar de llamar especialmente la atención, y a pesar de que ya llevan unos años no ha sido hasta ahora con su segundo o tercer disco (no se bien) cuando parece que acaban por así decirlo de ascender de categoría, y con ello no salieron como unos novatos en la liga de mayores. Con una actitud y confianza que me sorprendió se hicieron valer lo suficiente para corroborar que desde luego era una de esas band to watch del festival.
El final de la primera jornada fue de la mano de Paul MacCartney y a mi la verdad es que el Beatle no me cae bien. No soporto esa actitud falsa de persona cercana aunque se crea semi-dios, con esa actitud tan onanista y autocomplaciente, esa insoportable y falsa modestia… podría seguir dedicándole improperios varios, pero después llega, toca sus canciones y no te queda más remedio que callarte todas las lindezas que has podido soltar. Algo así me ocurrió a mí el viernes, y es que las 2 horas de camino desde casa hasta Indio dan para mucho, para hablar de lo que no hay que perderse, de lo que más apetece y para largar ampliamente contra el Beatle, claro. Después pasa lo que pasa, un par de canciones y me lo tengo que tragar todo. Y como Paul McCartney no puede dejar de ser Paul McCartney o aceptas que viene todo el pack junto (las canciones y la persona) o te quedas sin escuchar esas maravillosas composiciones.
Cuando se anunció el cartel del festival con Sir Paul cerrando el primer día leí muchas críticas sobre eso, que si Macca estaba demasiado mayor y que si era demasiado populista para Coachella entre otras cosas. Tan solo diré que nunca subestimes a Paul McCartney, la noche fue enteramente suya y por derecho propio. Palabra de desconfiada (en serio, mira los videos, el concierto fue tremendo). La cantidad de gente que congrega el sexageniario Beatle es tremenda y si no quieres morir en el intento de acercarte al stage, con quedarte a una distancia prudencial y agradecer las grandes pantallas ya es más que suficiente para disfrutar del concierto. Para mi sorpresa aguantó el tirón durante las 3 horas largas de concierto y la fuerza de su voz no palideció. También hubo, cómo no, momentos más ñoños, marca de la casa, como el emocionado recuerdo a su mujer (la primera, que de la segunda no quiere oir ni hablar) ya que ese día era el aniversario de la muerte de Linda. Al final, podré decir lo que quiera de él, pero lo que me quedó claro es que sigue siendo un Beatle y punto.
<< Home