lunes, noviembre 13, 2006

Trasladé la realidad a un mundo diferente, mágico, imaginando lugares en los que hacer lo que quería, dejando atrás la realidad. Me creí el mundo que me construí a su alrededor. Convertido en una entelequia por sí mismo.
Decidí, creo que acertadamente, no imponérselo a nadie, ni convencerles de nada, simplemente hacer mía la expresión “y el tiempo nos dará la razón”, o nos la quitará como así ha sido.
Pero nunca hicieron buenas migas.
Creí muy sinceramente haber encontrado a un tío normal, quizás porque no le conocía, y no entré en prejuicios tipo es un pringado o un poco capullo, como solemos hacer cuando conocemos a alguien la primera vez que le vemos, porque no se por qué tenemos esa tendencia a que todo el mundo nos caiga mal de buenas a primeras.
Además no tiene sentido del ridículo, diciendo esto sin la intención de ofender, y con la admiración de que tras muchos años de intentar conseguirlo para mi misma, eso de aprender a reírse de uno mismo es lo más sano del mundo.
No pidió explicaciones, y aunque lo intentó en alguna ocasión siempre supe cortarle a tiempo. Tampoco se las habría dado, lo de las explicaciones he llegado a la conclusión de que es tan sencillo como acostumbrarles desde el principio.

“si mezclas abstracto y concreto sale abscreto y contracto. Si mezclas vida y muerte sale vierte y muda. Si mezclas arriba y abajo sale abajo y arriba. Si mezclas razón y corazón sale razón y corazón”

Creo que estoy harta de soportarle, de tener que adaptarme a él, sin ninguna concesión a cambio.
Una adopta una determinada actitud influenciada por hechos ocurridos a su alrededor, de modo que nada es cuestionable, cualquier actitud por incoherente que parezca, adquiere una lógica de la más aplastante, si se profundiza un poco en la persona, si se repregunta el por qué, si realmente se le deja hablar y sobre todo si se le escucha detenidamente.
Pero esto no suele ocurrir muy a menudo.