lunes, enero 14, 2008

Sobre ruido cardado y distorsión como medio válido de expresión


No se por qué hay discos que me dan pereza, me da palo escucharlo, y aunque lo tengas nunca es el momento, porque no te apetece y cada vez que tienes un rato piensas en ponerlo para que de inmediato te invada una dejadez propia de la apatía. Algo parecido me está pasando con Distorsion, el último disco de The Magnetic Fields. Supongo que a estas alturas he leído tanto sobre él que hasta por momentos casi podría decir como suena sin que haya oído ni una sola canción. De hecho, tanto se está publicando desde hace ya tiempo sobre él que me ha hecho rescatar dos discos, su magnífico 69 love songs y el genial Psychocandy de Jesus and Mary Chain. De hecho el propio Merrit no para de referenciar el disco de los escoceses y de decir que en este Distorsion buscaba sonar más Jesus and Mary Chain que los propios Jesus and Mary Chain, ya se sabe la manía suya de que cada disco tenga cierto hilo conductor. Puedo decir que creo que necesitaré varias pasadas para poder apreciar debidamente el ruido y la electricidad psicodélica que me espero del neoyorquino con aura de superartista de culto en el que se está convirtiendo Sthepin Merrit. Por otra parte, lo cierto es que en el fondo tengo ganas de que me empuje a odiar todo ese rollito californiano, pero tan solo para inmediatamente después ponerme los discos de los beach boys a tope con unas ganas colosales de disfrutarlos debidamente. Lo dicho, lo que me apetece de Distorsion no es el propio Distorsion sino lo que me incita a escuchar. Algún día de estos me armaré de valor y ya diré qué tal…