lunes, mayo 01, 2006

Se nota que Marta lleva ya un tiempo desconectada de la isla, de hecho cuando me dijo que estaba en el capuccino me extrañó bastante, pero lo único que denota es que no sabía donde ir a tomar algo y que tampoco tenía ganas de pensar mucho. Así que ayer fui al capuccino, pero después con el pretesto de que conociera algún que otro sitio nuevo (al menos para ella) nos largamos de allí. Resulta que había venido con Javi y unos amigos de él porque tenían una boda este finde. Javi me cae bien, aunque siempre he dicho que tiene cara de Luis más que de Javier, de hecho me pasé un año entero llamándole Luís, no se muy bien porque pero no conseguía acordarme de su nombre y como me tiene una pinta tremenda de llamarse Luís pues siempre le llamaba así. El caso es que ya le tengo la confianza suficiente como para que me alegre cuando vienen juntos. Esta vez además de él me encontré con seis catalanes más, y aunque ayer no estaba yo para fiestas al final acabó bien la noche. No debo ser muy buena con los nombres porque solo me acuerdo de un par de ellos, pero sí me acuerdo de lo que me reí con ellos, a pesar de no estar yo de un gran humor anoche. Edu, el novio de Elisa, dice que las amistades o el congeniar con alguien depende básicamente del tipo de humor, y realmente yo también lo creo así, si congenias con alguien es porque te ríes, y porque tenéis el mismo tipo de bromas. Y así fue anoche. Nos fuimos a cenar (querían pa amb oli y los llevé por Sta. Catalina) y a pesar de lo que podría haber pensado en un principio me lo pasé bastante bien. Después me los llevé al soho, lo se, lo se, un recurso fácil, pero efectivo. Parece que les gustó y lo pasamos bien. Al final esta mañana me levanté algo tarde.
Qué tendrá esta isla que o bien te repele para siempre o bien te atrapa irremediablemente, también para siempre. Crea pasiones, o la adoras o la odias. Aunque lo que realmente odies no sea la isla en sí sino más bien el ambiente que en ella hay. La entiendo perfectamente cuando se refiere a su huída (ayer me dijo que lleva ya 5 años fuera!!!) aunque creo que también exagera un poco, y lo que a ella le ocurre realmente es que asocia muy mucho todo esto a una relación algo asfixiante. Parecía que aquello estaba (demasiado) establecido ya para todo el mundo, menos para ella quizás. Eran muy jóvenes para ir tan en serio y él lo tenía mucho más claro que ella, a veces parecían un auténtico matrimonio. Al final ella salió por la tangente inesperadamente para el resto y quizás no del mejor modo. Yo por mi parte creo que hizo muy bien, si aquello terminó, pues a otra cosa, sino una acaba asfixiada en su propia vida.

Ya sabemos todos de primera mano que el antiguo arte del cotilleo es uno de los pilares del bienestar social. El hablar bien o mal de alguien es un pasatiempo razonable y hasta cierto punto saludable. Está claro que eso de marujear, hablar de lo que hacen o dejan de hacer los demás, de lo que dicen o dejan de decir terceras personas es un ejercicio muy común que logra coordinar de algún modo las relaciones sociales. El cotilleo es algo de lo que todos echamos mano en alguna ocasión, no nos engañemos, y nos permite estar al tanto de las vicisitudes de la vida de otros. De ese modo entramos en la vida de los demás, aunque sea a un nivel muy superficial. Pero a veces acabo harta de tanto comentario, incluso deseo trasladarme a un lugar aislado donde la gente de mi alrededor (los que me conocen y los que menos) no especulen sobre mi, sobre lo que hago o dejo de hacer. Otras veces, la mayoría, me río. Me aburren muy mucho todo lo que puedan haber dicho, de las razones por las que no fui el otro día, en realidad si supieran la verdadera razón de mi ausencia se morirían de vergüenza y estupor al ser conscientes de la enorme gilipollez con la que llegaron a especular. En fin, no seré yo quien les corrija, porque quien realmente me importa ya lo sabe, y el resto me hace gracia y me divierte, a ratos.
Cuanto más pretendan saber, menos haré yo para que lo sepan. Y se que se mueren de ganas. Es un defecto que tengo de siempre, cuanto más quieras de mí lo último que tienes que hacer es agobiarme. No me gusta hacer lo que otros quieren o dicen. Ya me lo han dicho alguna vez, y aunque nunca lo admitiré en voz alta creo que tienen razón cuando me dicen eso de que yo soy de que se trata que me opongo. Que se lo curren un poco más esa panda de cotillas y chafarderos.

He pasado la resaca frente a la tele en un intento de anestesiarme un rato, hoy día de fiesta han puesto Grease. Película mítica donde las haya. Es curioso como cambia la perspectiva con el tiempo. Creo que la primera vez que vi esta película debía ser tan pequeña que no terminé de entenderla bien del todo, en cambio, hoy la he visto diferente, más bien me he quedado con la idea principal de la peli, algo así como conviértete en una puta si quieres gustarle al chico. Y es así como termina, ella tan mojigata y pura se enfunda unos pantalones estrechos, se carda el pelo, se pinta, fuma…. y todo ello para asombrar al chico en cuestión, y como lo que funciona es el parecer no necesitas ser realmente una fulana, tan solo parecer que lo eres. Cuanto menos curioso.

La semana pasada acabé bastante harta de mi jefe. Cansada de que sea como una veleta y cambie de opinión a cada instante, y yo detrás de su parecer a cada vez más inestable. No me veo capaz de soportar otra semana como esta.