domingo, septiembre 26, 2010

Variedad Post-vacacional

Porque lo bueno se acaba pronto, ya fui y ya volví de la isla. Y cuando empezaba a acostumbrarme a su horario volvía ya a torturar mi cuerpo con otro loop temporal de 9 horas. En total unos 7 días con poco tiempo para todo y exceso de familia (además de la chica –madre y hermanos- hay que sumarle la grande –primos y tíos- que, como yo, fueron a Mallorca por el acontecimiento familiar).
No creo haber descansado mucho, ya que ando estos días post-vacacionales arrastrándome por las esquinas, pero me ha venido muy bien romper con el ritmo de trabajo y desconectar mentalmente. Una no se da cuenta a veces, pero si pienso que me pasé casi todo el vuelo de ida trabajando con varios papers, creo que había llegado a un momento preocupante. Una cosa que me gusta del vuelo al este es la corta noche y el rápido amanecer cuando ya casi entras en la península.








Tengo sobrinitis. Queda totalmente clara y patente la devoción que siento por mis 4 sobrinos (4 y tres cuartos, que mi hermana está súper embarazada ya). He disfrutado mucho con ellos y, seguro, son a los que más echo de menos.
Pues nada, que ya le hemos casado, y parece que no fue doloroso. La felicidad que irradiaba mi hermano mayor el día de su boda me hace pensar así. Por alguna razón que desconozco ella le hace feliz, y eso es lo único que a mi me importa. Y digo que desconozco porque a ella a penas la conozco, no porque no las haya, que seguro que las hay y muchas, pero me toca ir descubriéndolas al tiempo, ya que a penas la he visto un par de veces en mi vida.
A la pregunta de mi madre de si quería algo especial de comer esos días, contesté algo así como oh, no que va, no te preocupes, tú haz lo de siempre, ya sabes, croquetas, ensaladilla rusa, gazpacho, paella… ya sabes, lo normal. Cuando dije eso pensé vaya, realmente tengo ganas de comida de verdad. Creo que he comido tanto estos días en Mallorca que me he venido con agujetas en el estómago (se puede tener de eso?), de modo que llevo desde que llegué casi sin poder probar bocado. No se si porque aun ando llena o porque después de tanta cosa rica necesito cierto tiempo de adaptación a esta cruda realidad culinaria que me rodea. Por cierto, me he traído tres paquetes de quelitas (mmm… qué ricas ricas las quelitas!).
La paella me la tomé el domingo en el Hotel Bendinat en lo que es ya uno de los momentos destacados del viaje. Bañito en la calita de Bendinat (impresionante ese mediterráneo!), paella de bogavante a pies de calita, en la terraza del hotel y de nuevo después bañito hasta que cayó ya la tarde. Lo dicho, como una reina!


Me he dado cuenta de que en según que cosas ando ya algo despistada. Me explico con un ejemplo fácil. El tema de las propinas es muy diferente, lo se y soy consciente de ello, se los por qués y demás, pero durante estos días en Mallorca no era capaz de dejar la propina que en otro tiempo hubiera dado por válida, y aun sin llegar a dejar el % que dejaría aquí en los USA (allí se es más rácano) algo dentro de mi ha hecho que me establezca en un terreno intermedio y algo indefinido e incómodo entre lo que se hace en tan diferentes culturas. He hablado de propinas, pero podría haber puesto muchos otros ejemplos de diferencias culturares que, a la fuerza, he tenido muy presentes estos días.
Mi visita coincidió con la Nit de l’art y, aunque no soy muy fan de las aglomeraciones de gente que se pone sus mejores galas para ir una vez al año a una galería de arte y sentirse más molón que nadie por ello (hágase extensible a lo que pienso de los conciertos), estuvo bien que así fuera. Fue un paseo nocturno interesante por una Palma abarrotada, pudiendo así encontrarme fortuitamente con gente a la que de otra manera seguro no hubiera visto. Elisa siempre quiere ir a Es Baluard, y allí fuimos de nuevo. Lo mejor, como casi siempre, la charla en la terraza con las vistas de un marítimo coronado por la catedral a un lado y el castell de Bellver al otro, y con Arcade Fire de banda sonora (su último disco sonó al menos dos veces seguidas).


Me he pasado todos los días como una guiri más en mi isla diciendo oye pero qué calor, y todo el mundo me decía que no era calor, que eso ya se había pasado, que lo que hacía era mucha humedad, pero no tanto calor. Y yo sin poder ni respirar. Si tenemos en cuenta lo seco que es esto (recordemos que por mucha costa que haya, California es un desierto que tan solo cede localmente ante la presión del hombre) creo que es normal que me pasara. Lo dicho, como una guiri en mi isla.
De mis amigos, pues no he visto ni a la mitad de la mitad de los que me hubiera gustado ver, pero esas cosas pasan. Parece mucho tiempo antes de ir y después resulta que acabas de llegar y ya te estás despidiendo. Pero volveré pronto, aunque suene a amenaza.