miércoles, junio 24, 2009

the way that Icarus thought he might own the sky

Incrédula, lo negarás hasta tres veces. O hasta mil, que es lo que suelo hacer. Tenía la idea de que el frontman de Rubdown Sunset era un tipo algo peculiar, y mis ganas de desmontarlo, de encontrarme con alguien hasta algo ridículo y con un grupo que ni fu ni fa se transformaron en la devoción propia de una conversa. Noche perezosa donde las haya, a medias entre la presentación de Farm y el the concert de mañana y con un plan en mente muy claro y a priori mucho más apetecible, dormir. Así que sin saber aun muy bien ni cómo ni por qué allí acabé, y a pesar de mi poca predisposición quedé atrapada en esas canciones tan personales. Ya dormiré mañana, pensaba. Hoy Dragonslayer ha fagocitado mi ipod durante todo el día. Hoy no he tenido oídos para ningún otro. Te hablará de Ícaro, de Apolo, de dragones, de cisnes negros y demás imaginario, quedándose siempre en un intento de ocultar lo agrio, porque no logra sino hacerte partícipe de toda esa parafernalia para llevarte de paseo por su catarsis confesional. No es un tipo muy dado a la comunicación con el público, pero no resulta borde o antipático, por lo visto tampoco concede muchas entrevistas porque dice que, con cada una que da, una parte de él muere. A mi personalmente me parece perfecto, no tiene por qué explicarlo todo, debe quedarse ahí si quiere, en ese terreno velado en el que la imaginación y la propia experiencia hace el resto. Idiot heart se me ha enclavado y se me repite irreverentemente. Es un ejemplo de cómo la belleza de sus canciones la encuentras en los detalles más pequeños. Ambivalente e implacablemente extraño. Ese I hope that you die in a decent pair of shoes, you got a lot more of walking to do sorprende deseando la muerte al tiempo que se preocupa por su calzado, porque convierte (a quien sea o merezca) en fantasma errante al que advierte del largo camino que le queda por recorrer. El romanticismo con ese toque algo medieval con el que ha querido dotar al álbum, incluso en el nombre, se percibe en muchas de sus canciones. Complejo, duro, real, alegórico, lleno de reyes, reinos y batallas, figuras mitológicas, y con momentos muy crudos. Al metaforear con tanta historia y tanto recoveco, hay más intención de ocultar o encubrir que de simplemente engalanar. Cuando leía en un review del concierto de anoche que watching Spencer Krug sing is like smoking a pack of unfiltered, tar-smothered cigarettes entendía perfectamente lo que quería decir. Puede que no lo veas, pero esas canciones contienen alquitrán que se adhiere en lo más profundo de los pulmones y hasta del alma, y sientes que por momentos no hay aire suficiente. En cada instante, tras cada inhalación, se agarra de un modo persistente e implacable pero también hasta algo apacible porque disfrutas con cada calada. Son de los que engañan, de los que no te esperas que muerdan de ese modo.