martes, junio 30, 2009

What thing is this at my feet at my heart at my wrists

aish! si es que no se que tiene este hombre que me encanta...

miércoles, junio 24, 2009

the way that Icarus thought he might own the sky

Incrédula, lo negarás hasta tres veces. O hasta mil, que es lo que suelo hacer. Tenía la idea de que el frontman de Rubdown Sunset era un tipo algo peculiar, y mis ganas de desmontarlo, de encontrarme con alguien hasta algo ridículo y con un grupo que ni fu ni fa se transformaron en la devoción propia de una conversa. Noche perezosa donde las haya, a medias entre la presentación de Farm y el the concert de mañana y con un plan en mente muy claro y a priori mucho más apetecible, dormir. Así que sin saber aun muy bien ni cómo ni por qué allí acabé, y a pesar de mi poca predisposición quedé atrapada en esas canciones tan personales. Ya dormiré mañana, pensaba. Hoy Dragonslayer ha fagocitado mi ipod durante todo el día. Hoy no he tenido oídos para ningún otro. Te hablará de Ícaro, de Apolo, de dragones, de cisnes negros y demás imaginario, quedándose siempre en un intento de ocultar lo agrio, porque no logra sino hacerte partícipe de toda esa parafernalia para llevarte de paseo por su catarsis confesional. No es un tipo muy dado a la comunicación con el público, pero no resulta borde o antipático, por lo visto tampoco concede muchas entrevistas porque dice que, con cada una que da, una parte de él muere. A mi personalmente me parece perfecto, no tiene por qué explicarlo todo, debe quedarse ahí si quiere, en ese terreno velado en el que la imaginación y la propia experiencia hace el resto. Idiot heart se me ha enclavado y se me repite irreverentemente. Es un ejemplo de cómo la belleza de sus canciones la encuentras en los detalles más pequeños. Ambivalente e implacablemente extraño. Ese I hope that you die in a decent pair of shoes, you got a lot more of walking to do sorprende deseando la muerte al tiempo que se preocupa por su calzado, porque convierte (a quien sea o merezca) en fantasma errante al que advierte del largo camino que le queda por recorrer. El romanticismo con ese toque algo medieval con el que ha querido dotar al álbum, incluso en el nombre, se percibe en muchas de sus canciones. Complejo, duro, real, alegórico, lleno de reyes, reinos y batallas, figuras mitológicas, y con momentos muy crudos. Al metaforear con tanta historia y tanto recoveco, hay más intención de ocultar o encubrir que de simplemente engalanar. Cuando leía en un review del concierto de anoche que watching Spencer Krug sing is like smoking a pack of unfiltered, tar-smothered cigarettes entendía perfectamente lo que quería decir. Puede que no lo veas, pero esas canciones contienen alquitrán que se adhiere en lo más profundo de los pulmones y hasta del alma, y sientes que por momentos no hay aire suficiente. En cada instante, tras cada inhalación, se agarra de un modo persistente e implacable pero también hasta algo apacible porque disfrutas con cada calada. Son de los que engañan, de los que no te esperas que muerdan de ese modo.

sábado, junio 20, 2009

It might get loud

Porque no todo en LA es cine del taquillazo y flashes, y de las estrellas más mediáticas y comerciales, también hay cosas como el LAFF con propuestas más que interesantes. Largos que no tienen cabida en los pases más comerciales, cortos que simplemente no tiene espacio, videoclips musicales, películas europeas tan difíciles a veces de encontrar en los cines o películas documentales, como el caso de la que aquí hoy me ocupa. Anoche pude ver It might get loud, que así en plan rápido y básico es el documental que Davis Guggenheim hace sobre la historia de la guitarra eléctrica a través de tres guitarras míticas, la de Jimmy Page, The Edge y Jack White, con cada uno representando una época o estilo.


La película documental fue presentada en Toronto y Sundance así como en algún otro festival como este de LA. Será a partir del 14 de Agosto cuando se pueda ver en los cines, aunque no se si eso incluye los cines españoles, o si pasará lo mismo que con Control, y la proyectarán años después. Espero que no, pero eso está por ver. Cada uno de nuestros tres protagonistas, escogidos como representativos de tres generaciones bien distintas, cuentan cómo fueron creando su propio estilo en la época que les tocó vivir. Uno buscando su lugar entre el pop de los 60, como Jimmy Page (también conocido por mi sobrino Luis, de 15 años, como el puto amo y es que estoy haciendo un buen trabajo con él guiándole por el buen camino del rock), The Edge contra los solos de los 70, Jack White reivindicando ese sonido lo-fi. El asunto está montado un poco en plan reunión en la cumbre del rock, tres generaciones a priori tan diferentes concluyendo en una jam session final tras el recorrido personal por cada uno de ellos, explicando desde sus raíces musicales como fueron buscando su propio camino entre aquello que la época que les tocó vivir les parecía imponer. Como dijo Guggenheim “I just wanted to make a film about the electric guitar”, por lo visto el único plan para la película era sentarse y hablar de música. Se puede ver a un jovencísimo Jimmy Page en este video algo mítico ya (con el que todos nos habremos reído en más de una ocasión) en el que, en un programa de la televisión británica, el aun James dice querer dedicarse a la investigación biológica, que ya de por si resulta ser una profesión con una visión muy romántica pero de muy duro día a día. Finalmente mi sobrino Luis y yo, al igual que muy probablemente el resto de la humanidad (al menos aquella parte que haya escuchado/apreciado debidamente a los Yardbirds y Led Zeppelin, claro) agradecemos muy mucho que la guitarra haya ganado al laboratorio. Page se da un paseo por ese lugar sagrado que es Headley Grange, y en el montaje final vemos imágenes inéditas de la banda en el jardín durante descansos de las grabaciones. The Edge nos lleva a su escuela, allí donde conoció a un tal Paul Hewson, a Adam Clayton y Larry Muller, Jr y donde dieron su primera actuación. The Edge dice que como no sabía donde colocarse se puso a la derecha de Bono, donde se ha mantenido desde entonces. También hace una parada en NYC donde compró su primera verdadera guitarra, del mismo modo que muestra la pista en la que están grabados los primeros ensayos de Where the streets have no name. También cuenta su casi obsesivo empeño, ayudado por toda la tecnología que precise, de que de su guitarra salga aquello que suena en su cabeza. Todo este ambiente de tecnología que envuelve a The Edge contrasta con la tercera parte que le corresponde a Jack White, y en donde muestra su pasión por el sonido lo-fi así como su colección personal de música blues pre 1950, además de admitirse realmente inspirado por la música del bluesman Son House. Todo ello nos conduce en último lugar a la reunión final de los tres guitarristas por dos días en enero de 2008, en los que no hicieron más que discutir sobre música y tocar la guitarra. Podría decir perfectamente que esa reunión es un momento mágico, pero no estoy segura de querer ponerme más trascendental de lo que quizás merezca el momento, aunque bien podría hacerlo porque a mi me encantó y me magnetizó a partes iguales. Cada uno con su música y discutiendo sobre el por qué se hizo esto o aquello cuando se escribió tal canción, para finalmente terminar en una jam session. Los aplausos de los que allí estábamos irrumpieron cuando sonó esa versión de In my time of dying de los Zepp, momento en el que las personalidades tan distintas convergen de repente, tocando una misma canción pero de un modo tan sutil e intensamente diferente que llega a entusiasmar.
No hay ni que decir que es un documental de esos que se marcan como de obligado visionado para todo aquel que disfrute del sonido de la guitarra eléctrica. Un documental de música que se centra en eso, en la música, en el proceso creativo, en el sonido que sale de una guitarra eléctrica, o bueno, el que sale de tres en este caso. La relación de tres hombres y sus instrumentos. Una delicia. Me gusta eso que dice la nota de prensa, It Might Get Loud might not affect how you play guitar, but it will change how you listen. Por cierto, el cartel de la película no puede ser más bonito. Tres guitarras y tres nombres. Porque eso es lo que es la película. Música a través de esas guitarras y de la visión y versión que de ella tiene cada uno de los protagonistas.
Ah, y otra cosa, mola muy mucho como se ve a Jack White construyendo una guitarra con un trozo de madera, unos clavos, unas cuerdas y haciendo que suene con un ampli. Lo puedes ver también en el trailer.

miércoles, junio 17, 2009


Nunca he sido una chica muy lista, sobre todo para las obviedades, de modo que a veces necesito que me expliquen las cosas. Cuando el otro día el alcalde de LA, Antonio Villaraigosa, un latin lover (en serio, reúne casi todos los estereotipos para considerarlo como tal, muchos más de lo que cualquier político desea por muy demócrata que sea) y con un pasado pandillero del que ahora reniega, salió diciendo que la Lakers Parade iba a costar 2 millones de dólares y que no le parecía bien gastar ese dinero en celebraciones varias y variadas cuando estábamos en época de crisis, mucha gente por aquí puso el grito en el cielo. Los Lakers ganan el campeonato de la NBA nosecuantos años después y va este latino-liga periodista y exmises y nos dice que la Lakers Parade peligra!? Pues sí, y es muy sensato, pensé yo. Además, si algo razonable también dijo fue que si costeaba la celebración iba a tener críticas pero que si la cancelaba muchas más, de modo que compartió el problema, lo puso encima de la mesa y casi él solito se arregló. El equipo se haría cargo de la mitad, $1 milion. Fíjate qué generosos decían mientras yo pensaba, qué menos, si es su fiesta. Es más, no son los todopoderosos-Lakers? Debería haber salido el general manager diciendo que su fiesta la pagan ellos, que no se hable más del asunto y después le pasen la minuta, que para algo somos los Lakers. Así en plan chulo. Pero no, sólo la mitad. Ante eso el alcalde inmediatamente pide generosas donaciones al pueblo para pagar el millón restante. Y aquí llegamos a lo que más me ha llamado a mi la atención. En cuestión de 24-48 horas se alcanzaron los $850mil en donaciones anónimas para pagar la Lakers Parade!!! No quiero pecar aquí de lo que no puedo ni de lo que no soy, pero en seguida pensé que me parecía bastante llamativo, destacable o fuerte el que se recaudara todo ese dinero en tan poco tiempo (y por lo visto con donaciones más que generosas de unos pocos anónimos bien aficionados al púrpura y oro) para un simple equipo de basket en autobús, y no se done para otras causas mucho más razonables a mi modo de ver. Y no estoy pensando en los pobres de África (aunque también podría) sino en quizás algo mucho menos utópico y más palpable si quieren, como por ejemplo para que la ciudad que tanto aman salga de la debacle económica en la que está sumida, o para que la limpien un poquito más que falta le hace, o para que arreglen las autopistas o alguna cosa así, del día a día. A mi, ya digo, que me lo expliquen, que siempre he sido muy tontita. Finalmente ha habido Parade y los Lakers se han exhibido, trofeo en mano y anillo en dedo, para su regocijo y nuestra felicidad, y el alcalde de sonrisa nacarada (tras desfilarse así el domingo en la pride parade) hoy se ha dispuesto al frente del bus en el que iba Kobe, para su lucimiento. Que sí, que me alegro y mucho, que quería que ganaran, que he disfrutado de toda la temporada (por fin una NBA en horario razonable), pero yo en el fondo lo que quería, como muchos, era el auténtico duelo LeBron vs Kobe con victoria épica y agónica a 7 partidos.

Por cierto, tras reírnos algo de Phil al leer, comentar y darle la razón a esta columna, mi adorado Tomeu (con quien siempre hablo de NBA y ante el que perdí la porra de estas finals) y yo pensábamos que si a Phil Jackson le dan un anillo por no entrenar, quizás a Kobe le deberían dar dos, por jugar y entrenar dentro de la cancha. Y si no te lo parece deberías ver el Kobe doin’ work de Spike Lee, como ejemplo fácil.






sábado, junio 13, 2009

Folk de dormitorio

Para que te hagas una idea de cómo ando estos días escucha the woodlands. Música delicada con un toque de ingenuidad, canciones para escuchar tranquilamente y disfrutar de esas melodías y esa voz entre etérea y algo inocente. Puede que tan solo existan en mi imaginación, pero canciones como summerland me transportan sin remedio a esos lugares visitados una y otra vez en cuanto bajo la guardia, y porque a veces cuando cierro los ojos hago mío eso del once you have come through the doors that look like trees, there's no returning. Otras como King and queen o Asleep in September me parecen simplemente una maravilla. Y es que tengo el día así, como entre delicado y melindroso.

lunes, junio 08, 2009

‘Dark Night of the Soul’ can be seen but not heard

El título lo he robado del titular de la noticia que leí en el LATimes sobre la exposición de las fotos que David Lynch hizo con motivo del no-disco que Danger Mouse y Sparklehorse se organizaron junto con otro tanto plantel de artistas. La historia quien más quien menos ya se la conoce, así que me la ahorraré. La colaboración de David Lynch era la parte no musical de este proyecto multimedia y su aportación sería a modo de fotografías que irían a completar un libro que se vendería junto con el disco, ese que terminó siendo un no-disco. Por lo visto, tras escuchar las canciones un David Lynch inspirado por ellas se lanzó a sacar fotos con intención de visually interpret las canciones.

Pues bien, ahora que el disco es oficialmente un no-disco por motivos que bien todos ya conocemos, lo que sí tenemos (de modo oficial o legal o como quieras llamarlo) son esas fotografías, que además de ponerse a la venta en forma de libro, pueden ser disfrutadas en la exposición que desde hace unos días se celebra en la Michael Kohn Gallery de LA. Y hasta allí me fui a pasar la tarde el pasado sábado.

50 fotografías dispuestas en dos salas y enmarcadas del modo más simple posible. La música del disco, sonando de fondo, junto con el recorrido en el orden adecuado te invita a experimentar el álbum a juego con las fotografías. Reconozco que disfruté mucho de las fotos, pero también digo que no de todas, que hubo otras que se me escapaban de la intencionalidad. Hubo alguna que realmente me encantó, tanto que la pondría en mi casa para verla día tras día. Quizás eso sea una de las mejores cosas que puedes decir de una obra, que estarías dispuesta a llevártela con la intención de disfrutarla en todo momento. Hubo otras a las que no le vi ni la gracia ni la razón de ser, pero entre 50 no podía ser todo perfecto.

Por el siempre módico precio de $3500 te podías hacer con una de las fotografías, de modo que finalmente me decanté por el libro, que se podía comprar allí mismo, y que contiene las 53 fotografías finales. El libro, que tiene una edición limitada a 5000 copias (la que yo me llevé era la 243), comienza con unas palabras de Danger Mouse explicando cómo surgió la idea desde aquel SXSW de 2004 y cómo fue tomando forma hasta contactar con David Lynch y que este accediera a formar parte del proyecto. No dice nada sobre EMI o cualquier otra referencia a la razón por la cual el disco no ha podido salir a la venta. Todo muy elegante, como toca. Danger Mouse termina diciendo David Lynch’s visuals of Dark Night of the Soul are presented here to accompany the album. Por lo demás, pues lo que todo el mundo ya sabe, la nota diciendo For legal reasons, enclosed CD-R contains no music. Use it as you will.

Hice alguna foto de la exposición, pero en casi todas o bien salía el reflejo de alguien o el mío propio, de modo que lo mejor será que deje las fotos que del propio libro hice al llegar a casa. Insisto en que son fotos hechas al libro, y tan solo aquellas que me ha apetecido poner, además de destacar que aquellas en las que se ve la imagen desenfocada es porque así es tal y como DL quiso que quedara. Además, cada foto viene acompañada por una frase de modo que aquí la pongo también. Así que, aunque sean pocas y seleccionadas las que aquí cuelgo como para que lo hagas, juzga por ti mismo.


every time I'm with you


the shiny people stink


this is where all will fall


they all thought that you were dumb


intent on rendering obsolete


somehow forgiveness lets the evil make the laws


El CD, aunque vacío, me gusta bastante con la imagen de una de las fotografías que quizás más me gustaron de la exposición. Dreams float up.


Me gusta, en general, la chulería de los que se han plantado y han dejado que la música circule a nuestro placer con la única intención de chulearle a quien merece ser chuleado.

lunes, junio 01, 2009

Debió ser a finales de Noviembre o principios de Diciembre, porque Mimà me llamó cuando bajaba de la fiesta de Aina en Sóller. Me soltó un rápido “Oye, eres un poco bruja tú, eh?!” en seguida le contesté un “no me jodas que estás embarazada!” Una semana antes hablando con Elisa le conté la tontería de que había soñado que estaban ella, Sofía y la propia Mimà riéndose de mí porque no me querían decir cual de las tres estaba embarazada. El caso es que esa coincidencia tonta entre mi sueño y el embarazo de Mimà llevó a bastantes risas. Para cuándo? le pregunté en seguida, para principios de Julio. Yo le dejé bien claro que eso no se hacía, que el no verla embarazada y el no conocer a su niña hasta bien pasados unos meses era una jugarreta que no me molaba nada. Todo este tiempo ella se ha encargado desde la isla de que la distancia sea mínima, y me ha mandado videos de cómo iba creciendo Damiana en su barriga, las ecos en las que se intuía la carita de la niña, fotos de su avanzadísimo estado ya, además de ir contándome cómo lo llevaba, que si ya se movía, que si iba a pillarse la baja en unas semanas, que si tenía ya casi todo preparado... en fin, esas cosas.
Anoche (la mía, que no la suya) el lacónico “Mimà ha perdido a la niña” con el que Elisa me despertó me impactó tanto que me puse a llorar, y después casi no pude dormir del mal cuerpo que se me quedó. Por lo visto, en casos como este encima hay que pensar que afortunadamente no fue peor. Ni me lo quiero imaginar. A veces pienso que la vida es una gran jodienda, y es tan difícil que las cosas salgan bien que el hecho de que sea lo habitual hace que no lo valoremos en su justa medida.